La poesía persa y la paz


Gabriel García Guzmán_ Perfil Casi literal

Hay en el ambiente ruido de atabales. Respiramos todos, un sonido de guerra. Los imperios caen, y al caer levantan una negra polvareda. Estados Unidos ya ha caído, nadie se confunda: carecen de petróleo suficiente, su deuda es exorbitante, no crean riqueza, el sector productivo se ha movido a China, y su papel en el mundo se redujo hasta la mínima expresión.

Hay en el ambiente tambores de debacle, sonido de naufragio hay en todas partes. Para salir de su crisis necesitan guerra, vender armas, arrebatar petróleo, y su aliado Israel ambiciona gobernar Oriente Medio a voluntad. Sin embargo, ¿una guerra no acarrearía que Rusia y China se involucren; no estamos a las puertas de un conflicto atómico que puede salirse de control?

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Sin embargo, yo desapruebo esos tambores y atables, yo condeno esa injustificable invasión islamófoba a Siria, y el anunciado intento de aventurarse hacia Irán. Por el contrario, propongo la paz, el amor y la hermandad entre los pueblos.

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Esto va no solo en consonancia con los pacíficos deseos de mi corazón, sino con el espíritu que anima al pueblo persa, ubicado en el actual Irán.

El pueblo iraní posee una cultura varias veces milenaria y poetas que además de sabios, han alabado el gobierno inteligente, es decir, un gobierno sostenible en el tiempo.

Tres de los poetas que hablo son: Omar Khayyám, Saadi, y Hafiz. Estos poetas pertenecen al sufismo, una rama del islam surgida hacia el siglo VII d. de C.

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 (Omar Jayyam, 1048 d. de C. – 1131 d. de C.). Fue matemático, exégeta, jurisperito, astrónomo y médico.  Así mismo, como poeta, cultiva el robaí, una forma de versificar breve, donde cada poema está compuesto solamente de una cuarteta. En Omar Jayyam el rubaí se vuelve sencillo y profundo, utilizando un registro popular fácilmente accesible a su doctrina. Y, contrario a su tiempo, es materialista. Se opone a los sufíes y a cualquier forma de religión; es agnóstico y su pensamiento exalta la voluntad, la individualidad y el goce hedonista de la vida, encarnado en dos símbolos: el vino y la amada.

En Jayyam se exalta el bienestar individualista, la paz del que se aleja de la religión ritualizada y goza de su felicidad mundana. Ello está expresado en su obra cumbre, el Robaiyyat, principalmente en su apartado Pase lo que pase. Un robaí ilustrativo de su filosofía es el siguiente:

«Mi norma es beber vino y así vivir alegre;

mi religión no incluye blasfemia ni oración;

a la novia del mundo pregunté por su dote

y me dijo: -Es mi dote tu alegre corazón».

(O. Jayyam, 2007: 121).

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 Saadi (Mocherif-ed-din, 1184 d. de C. – 1291 d. de C.). En contraposición a Jayyam, sí está convencido de la existencia de Alá. Sus poesías son de índole metafísica y amorosa (gacelas). En una de sus obras, Los jardines de las rosas, puede notarse el deseo por la búsqueda de hacer el bien a los demás, sin perjudicarse a sí mismo. Apela a la inteligencia de los hombres. Es, en definitiva, una paz cariñosa y prudente la que él predica.

«LA BONDAD

Un pastorcillo dijo a su padre:

-Quisiera que me enseñaras la bondad.

Y la respuesta fue:

-Sé bueno, mas que tu mansedumbre no sirva para que el lobo se envalentone».

(Parés, 1964: 64).

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Hafiz (1325 d. de C. – 1388 d. de C.). De él se decía que podía recitar el Corán de memoria sin omitir un solo verso. Su obra poética, si bien está compuesta de poemas guerreros (kasidas), también  posee poemas erótico-amorosos (gacelas). Sus versos, sin separarse del Islam, hablan de la dignidad del hombre, de su derecho a defenderse; y la defensa de sí es el primer paso para la paz.

Es así como el pueblo persa no considera paz la falta de conflicto, sino la prudente defensa de sí mismo y el deseo de liberad, para nunca estar sometido a ningún hombre. Esa es su paz, y

la aprecian tanto como la vida. Sin embargo, las gacelas de Hafiz no dejan de mostrar la dulzura de un hombre inteligente que se derrite en ternuras.

«TU BELLEZA

Tu belleza es como mi amor. No existe nada

que pueda superarlos. ¡Qué alegría saber

que esas dos flores

conservan su frescura original!

Mi pensamiento no puede imaginar

forma de amor más digna que este amor.

Un año junto a ti es apenas un día;

un instante sin ti es más largo que un año.

Cada hora que paso a tu lado

es un siglo de alegría

y si la vida durara un día solamente

no querría vivirla más que contigo.

Apiádate de este infortunado corazón,

pues el amar tu belleza me hace languidecer

como una planta privada de sol».

(Parés, 1964: 99-100).

*

En consecuencia con lo anterior, cuando un imperio nuevo, novísimo, que apenas tiene doscientos años, quiere destruir una cultura antiquísima (de la cual tiene mucho que aprender), no deben faltar las voces pacíficas.

Y por pacíficas no quiero decir cobardes, sino lo suficientemente valientes para apelar a la cordura y a la justicia, al bienestar de los pueblos. Las únicas guerras que se ganan, son las que se evitan. Las agresiones entre naciones con fines mercantiles, y bajo cualquier otro fin, deben olvidarse como cosa repugnante. No ha de destruirse esta Tierra y este Cielo con uranio, ha de construirse un paraíso con amor, con pasión, con inteligencia y hondura de entendimiento.

Fuentes consultadas

  • Jayyam, Omar; Robaiyyat. Sexta edición. Editorial Hiperión. Impreso en España. 2007. 175 páginas.
  • Parés, Nuria; Tres poetas persas. Primera edición. Colección literaria Servet. Impreso en México. 1964. 121 páginas.

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2 Respuestas a "La poesía persa y la paz"

  1. Amilcar dice:

    ¿Qué onda Gabriel?

    Feliz cumpleaños, ¿es hoy verdad?

    Mano, otra vez perdí tu teléfono, y tengo centenares de correos tuyos y eso no me da seguridad de que leerás mi mensaje. Por lo tanto, he decidido escribirte por aquí.

    Ojalá hayás pasado muy bien el día, haciendo lo que más te gusta y esas cosas, junto a tu familia, amada o amigos, como vos hayás elegido.

    Ya casi no te miro pero cuando lo haga te daré un fuerte abrazo.

    Cuidáte mano. Feliz noche.

    1. ¡Hola, Amílcar! Gracias, mano, me agrada encontrarte por aquí. Pues fue un día familiar, debemos hablar uno de estos días. Creo que es otro el número, ¿el tuyo sigue siendo el mismo? Hay que tomar un café pronto. Saludos, mano.

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