Espacio significado. Acercamiento a la obra de Jorge de León


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Sin tener un objetivo claro o una intención explícita, la obra de arte se constituye como un lenguaje no proposicional, es decir, como un signo cuyo alcance no está delimitado por un canon de interpretación, sino que exige del observador estar dispuesto a buscar en el objeto de arte nuevos significados. Así el juego de subjetividades se pone de manifiesto el plano sobre el que se sitúa la conciencia en cuanto “forma” de representar la realidad y nos recuerda la función que cumple el signo como explicación y distanciamiento del mundo.

Ante la imposibilidad de realizar una obra prescindiendo de cualquier tradición, el artista parte de una forma ya establecida de mostrar su experiencia personal, y más que simbolizar, nos muestra la creación del símbolo como un momento de cohersión cultural que afecta tanto a la naturaleza interna como externa del sujeto socialmente delimitado, signado y numerado.

El símbolo así establecido, no fija estructuras, sino que se mantiene abierto a la imaginación, subvertido como un objeto más de experimentación. Viene a ser entonces una suerte de demostración matemática del modo en que las distintas figuras y formas atribuidas al objeto fragmentan la realidad y modifican su significado. La reiteración del símbolo en lugar de afianzar su valor de signo, se aleja de lo simbolizado, para cambiar reiteradas veces de contenido. La forma adoptada no es, entonces, sino un pretexto para mostrarnos diversas ideas, estados de ánimo, formas de percibir.

En algunas de sus obras iniciales, Jorge de León procura demostrar con acciones absurdas tales como suturarse los labios, o tatuarse una conocida marca de zapatos en los pies, que la diversificación de marcas y productos causada por el comercio no responde a las necesidades básicas y vitales de cada ser humano. En lo sucesivo, sus obras se concentrarán más en las delimitaciones físicas o simbólicas que ayudan a conservar un determinado orden social. Pues si bien es cierto que los valores que se hallan reunidos en las redes comerciales son subjetivos, tampoco podemos obviar que todos ellos carecen de valor fuera del capitalismo actual, y la mayoría gravitan en torno a un mismo objetivo: el control de la conducta de un ser humano por otro.

Poco apoco su búsqueda lo lleva a cuestionar el uso que se hace de la figura humana en su serie de mayor extensión y alcance hasta el momento: HOMO-Logo. Subvirtiendo el significado del ícono utilizado para señalizar a los habitantes de zonas urbanas cuál es el espacio permitido y el uso que debe hacerse de él, en ésta serie nos muestra que la simplificación del orden en un mero código visual tiene como fin justificar la anomia, ignorar que lo contenido por la arquitectura no solamente es un ser que defeca o llama por teléfono, sino que trabaja, se embriaga, tiene sexo, etcétera. Todo esto, reducido a calles, edificios y áreas de uso específico.

Más tarde, en su serie “Vértigo”, la figura humana desaparece, manifestando así una negación del Otro, que es también negación de sí mismo. Entramos entonces al terreno de la psicología, sus dibujos ahora cuestionan, ya no al poder y sus instituciones, sino a la percepción de los individuos. Si el vértigo que provoca un cubo de concreto gigantesco o la sensación de ver un cristal roto puede ser provocado sin destruir la ventana o construir el edificio, quizá el problema no sea “la estructura” así representada, sino la perspectiva desde la que nosotros la observamos.

La obra de Jorge de León no puede, por lo tanto, prescindir de la violencia al demostrar que la separación entre producción y consumo deviene en una moral que cosifica al ser humano, equiparándolo a cualquier producto.

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