Reflexiones sobre el buen gobierno (II)


Gabriel García Guzmán_ Perfil Casi literal

III

Sobre la propiedad privada. El valor real de toda mercancía es el trabajo invertido en producirla; el precio que se paga por ella es tan solo es valor nominal del mercado; y si las intercambiáramos entre sí, según nuestras necesidades, hablaríamos del valor de cambio. Es decir, los verdaderos dueños de las mercancías son quienes las elaboran: los trabajadores, pues ya las han pagado con su producción, junto con la materia prima, maquinarias, renta y especulación usuraria del empleador.

El dueño de la tierra es el agricultor, no el latifundista; y si la tierra no estuviera cultivada, pertenece al estado, es decir, a la sociedad en general. El dueño de las máquinas industriales —aunque en Guatemala no hay industria— es el operario, pues a) ya las ha pagado con su fuerza laboral, y b) el valor de la maquinaria, como el de todo bien material, se deprecia cada segundo.

Por otra parte, el sistema bancario (ese gran prostíbulo donde el burgués presta y cambia y compra y vende capital que no es suyo) pertenece a los ahorrantes; como consecuencia, el sistema bancario no puede quedar en manos de particulares, sino que debe de ser un bien público.

A partir de lo anterior ha de entenderse que la propiedad es privada en la medida que se crea y se redistribuye entre el grueso social, beneficiando a sus productores. Tal conclusión debe dejar en claro el carácter parasitario de la burguesía en cualquier esfera de la estructura económica, y la necesidad de los legítimos propietarios (el pueblo) de purgarse.

IV

Sobre la democracia. Hay dos tipos de democracia: la representativa, donde a través del voto se elige a los gobernantes que se supone deben representar los intereses de sus electores; y la democracia participativa, donde los mismos votantes deciden a través del plebiscito su destino nacional.

¿Qué pasaría si Estados Unidos y Europa preguntaran a sus respectivas sociedades si prefieren salvar a los ahorrantes o a los bancos corruptos? Sin duda, ese día acabaría la crisis financiera de Occidente: se capitalizarían los particulares, se produciría riqueza a través del trabajo y la economía real volvería a su estado anterior.

El peor enemigo de la pobreza (y la explotación) es el voto directo, para determinar el destino de las naciones: las sociedades tienen el derecho de dirigir libremente su propio destino, ¿por qué no consultarlas, por qué no derribar la dictadura que se esconde detrás de una representación fantoche?

Los politiqueros que me han hablado de democracia son todos unos estafadores y ladrones, que lucran con los bienes del pueblo, aprovechándose de su vulnerabilidad; con un par de preguntas al año un estado podría gestionarse de la manera más adecuada posibles.

Haced al pueblo las siguientes preguntas, falsos demócratas: ¿Quiere Ud. que la sociedad en general pague sus impuestos acorde a sus ingresos? ¿Está Ud. de acuerdo en que los bienes del estado sean propiedad de unos pocos? ¿Apoya Ud. el saqueo de su país, entregándolo pasivamente a una serie casi incontable de oligopolios transnacionales? ¿Apoya Ud. que la educación en todos sus niveles sea gratuita y obligatoria? ¿Apoya Ud. un programa de salud universal? La respuesta sería contundente y clara, y no habría injusticia alguna: el pueblo siempre apelaría por la equidad social.

V

Sobre la soberanía. Cuando la oligarquía de una nación próspera ha llegado al máximo de producción de riquezas posible dentro de su territorio, se siente en la “obligación” de colonizar nuevos países. Es en este instante donde la clase política, unida al grueso social, debiera limitarles, disuadirlos de abandonar su codicia aventurera. No obstante, de no conseguirlo, o de no intentarlo ya sea por corrupción o alienación, el pueblo invadido está en su derecho en vencerle y expulsarle.

Numerosos son los casos en los cuales David ha vencido a Goliat: los colonos estadounidenses vencieron a las fuerzas inglesas; las colonias españolas de Sudamérica consiguieron cruentamente su victoria sobre la Corona española; La India logró separarse del imperio británico; la hermana isla de Cuba ha permanecido invicta durante más de sesenta años ante el imperialismo norteamericano con Dios como único aliado constante. Estos tres ejemplos revelan cómo la dignidad del débil puede vencer la soberbia del fuerte: su avaricia, su riqueza y su podredumbre.

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