Semana Santa


Jimena_ Perfil Casi literal

Nací y crecí entre el barrio Moderno y Jocotenango, con todo el ruido y smog de la entonces ruta 82 que tomábamos para visitar a los primos y amigas en Ciudad Nueva, la camioneta 1 y 2 que nos acercaban al centro cuando había prisa y más adelante la ruta 203 que regresaba mi mundo desde la Universidad hasta la 7ª avenida y 9ª calle esquina, desde donde todas las tardes se emprendía un camino fresco, muy agradable, acompañado del cafecito respectivo de regreso a casa.

Nacer en los alrededores del ahora llamado Centro Histórico significó mañanas de sábado rumbo al mercado de la Parroquia, significó, en mi caso, estudiar en el Centro y con ello aprender a moverme en él, con sus convulsiones, manifestaciones, ruido y también belleza, arte, historia en las esquinas. Sobre todo, generó un fuerte aprecio sobre las tradiciones y costumbre que con el pasar del tiempo fueron concentrándose en esta área; esto unido a que en casa mi padre siempre han sido unos amantes de la tradición.

(Ayer fue miércoles de ceniza…hoy es jueves del silencio)

Es Semana Santa, muchos dicen que van al “Puerto”, yo veo fotos posteriores en la prensa del Puerto de San José atascado de almas, otros se irán de viaje a distintos puntos del país. Para mí, el itinerario es el siguiente:

El domingo de ramos hay que ir a conseguirle su ramo a mi abuela, a Tata y a la mamá Titi, mis tíos, para colocarlos en un lugar especial de la casa. Lo único malo es que hay que escuchar toda la misa porque los quieren bendecidos los viejitos. Al medio día todos a ver el paso de San José, imponente como siempre en su cruce por el Parque Isabel La Católica.

El lunes es santo porque las cremitas de la Morenita lo bautizan, hay que ir a tomarse una, deliciosas bien frías; para luego ver la salida del Señor de las tres potencias frente al atrio de la Parroquia Vieja.

El martes es de la Reseña, en lo personal, mi procesión favorita, siempre luciendo túnicas hermosas de hace un siglo o más ahí va Jesús de la Merced lleno ya de flores y ramos antes siquiera de lograr pasar por el umbral de salida.

El miércoles, almuerzo familiar, y después tal vez veamos por alguna calle el cortejo procesional del templo de Santa Teresa y nos comamos un algodón de azúcar y un agüita en la tienda de la esquina. Pero eso sí, la noche del miércoles y madrugada de jueves se espera, el barrio Moderno tiene fiesta, se empieza la elaboración de alfombras para el paso de Cristo Rey, esto ha significado y conllevado trabajo y preparación de familias enteras y de toda la patojada que desde hace semanas atrás ya tiene listo el aserrín teñido, rojo, azul, verde, amarillo, morado… ¡cuánto color! ¡Cuánta alegría! Un recorrido eterno el del Nazareno de la Candelaria, todo el día, la tarde y parte de la noche. Noche en que las calles del Centro se llenan de personas, caminando de la Catedral para la Merced y luego San José, comemos tacos al pastor de a 3 x Q 10.00 y, aunque no lleguemos a visitar los siete sagrarios, sí llegamos a ver el paso de La Dolorosa frente a Santo Domingo sobre la 12 avenida. En el camino hemos comido de todo, nos reímos y nos hemos encontrado con los cuates de siempre, ahora con nuestros hijos chineados, nos encontramos con los antiguos vecinos y nos volvemos a chocar en cualquier cruce de calle. Si nos animamos, ya de regreso, pasamos viendo Santa Teresa y San Sebastián.

Llegó viernes Santo, ese día se camina desde muy temprano, hay que llevar a Tata a ver el paso del Nazareno de la Merced a las seis de la mañana frente al Parque Morazán, ahora Jocotenango, y alistarse porque entrada noche saldrán los penitentes, no solo los de La Recolección, sino los de todos los Santos entierros, con sus andas soberbias, enormes, con los Cristos yacentes y las Dolorosas luciendo mantos y túnicas bordados en hilo de oro y plata, las Magdalenas hermosas y San Juan siempre cargado por los chavitos que lo llevan a punto de tocar el suelo en un vaivén de zozobra.

Cortejos completos que traen un mensaje evangelizador que pocos leen, cortejos llenos de incienso, música sacra y toda esa melodía, las marchas fúnebres que con facilidad transportan al espectador al momento de devoción que viven muchos de los que a duras penas consiguieron comprar un turno para llevar en hombros a la imagen del Jesús de sus amores. Cargada de belleza, misticismo, de devoción en filas y las asquerosas transas de las hermandades, cargadas del olor a corozo, los chupetes y las filas interminables de cucuruchos, transcurre una Semana Santa más.

Religiosidad popular, sincretismo, simplemente una tradición arraigada y posiblemente ancestral, tradición que en una inevitable lucha entre el bien y el mal, nos presenta un marco más de esta sociedad corrupta a través de los escándalos dentro de cada hermandad, pero también nos muestra una serie de aspectos llenos de belleza, que van desde lo frívolo de lo visual (en el adorno, las flores artesanales, palios y demás) hasta lo profundo de la amistad, el arte, el amor, la devoción y la fe.

Una tradición que también le pica el hígado a más de uno, pero que para muchos creyentes o no creyentes ha sido parte de una niñez alegre, de una adolescencia que obtenía permiso extra para andar en la calle a altas horas de la noche elaborando alfombras, entre otras cosas, y de una visión adulta nostálgica que recuerda a quienes ya no están.

¿Quién es Jimena Minaya?

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