Mujer culpable (I)


Jimena_ Perfil Casi literal

La mujer es elevada a los altares de las buenas costumbres y es llamada a ejemplificar en sí misma todas las virtudes que cada sociedad considere como tales, es colocada en lugar de honor como la compañera fiel y reservada que sabe ocupar su lugar siendo “tan astuta” como para no permitir que él se dé cuenta cuando ella toma decisiones, es alabada y bendecida cuando su instinto parece reducirse a la domesticidad, se le dedican cantos, actos, banquetes y publicidad cuando ella apaga su luz para que brille la de los demás.

No se me malinterprete, no generalizo que toda mujer que toma la decisión de llevar lo que en esta sociedad catalogaríamos como lo tradicional y bien visto, está perdiendo su luz, sino que todo está relacionado con tener precisamente la oportunidad de eso, de decidir por sí misma, sin sentimientos de culpa ni juicios de valor que podrían destruir a cualquiera que intente romper con el modelo. Aún hoy persiste la idea de una mujer que debe ganárselo todo permanentemente y por medio de sacrificios, pues así es como el deber ser lo ha señalado.

A la niña se le enseña a competir desde pequeña, muchas veces por ganar la atención por medio de la belleza física, lo que algunas veces ocasiona que se deje de lado la importancia del enriquecimiento intelectual y espiritual, se nos enseña a estar pendientes de las novedades en el mundo de la moda y el arreglo personal, y está bien, pero las razones por las cuales relacionamos nuestra feminidad con esto no siempre son cuestionadas; el sentirse “bella” no debería ser una ilusión fragmentada por los choques que presenta la realidad contra los espejismos de los maniquís y las pasarelas. Lo más aberrante, para mí, es que nos han enseñado a ser competencia entre hermanas y por tanto ser nosotras mismas quienes reproducimos estos mensajes y juzgamos a quienes son nuestros iguales.

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