La caída y lo que viene


Eynard_ Perfil Casi literal

se pregunta a qué horas se perdió el

sentido, eso que llamamos sentido y que

es invisible pero que cuando falta, la vida

ya no es vida y lo humano deja de serlo.

Laura Restrepo

Andar de nuevo en caída libre sin consentimiento alguno… esto parece remitirnos a la acción, mencionada o no mencionada, quién lo sabe, de la voluntad y la involuntad, un movimiento hecho con el consentimiento de la cabeza, el cuerpo y el corazón y el mismo movimiento, tal vez, pero sin ningún consentimiento, digo, una manera de desplazamiento en donde no existe razón, solamente impulso que termina irremediablemente en la caída libre: la velocidad que el cuerpo hace que requiera con el único obstáculo de la fuerza del viento y, creo, de la gravedad también —tengo conocimiento prácticamente nulo de estas razones, solo digo—. Jesús cayó tres veces, se levantó que es un decir, más vale decir que se reestableció y directito al Calvario para la crucifixión. Es esto necesario ¿? A lo mejor de ahí viene esto de a la tercera la vencida porque, entrándome un poquito en esta circunstancia tan casual una de las muy pocas crucifixiones recordadas, pues a la tercera caída la voluntad de Dios, digamos, dio su veredicto final y no hubo súplica que valga: mortalmente todo terminó en eso, pura mortalidad porque luego, de ahí puede sacarse otra vez lo de a la tercera la vencida, eso de que la resurrección viene después de tres días, solo quedaban estos tres días para esperar porque después la voluntad de Dios terminó esto del levántate y anda hacia mi derecha por toda la eternidad… pues bien, la tercera caída puede terminar en caída libre que llegará a la cúspide de la totalidad en una crucifixión sin resurrección, como le ocurre a la mayoría de los simples mortales que somos en este mundo.

Otra vez nos encontramos ante la decepción con una nueva caída y nos hundimos en lo que ya conocemos y nos odiamos sin responsabilidad alguna. Verse la cara con desprecio y aburrimiento puede ser un síntoma más de la desilusión porque así, se diría como se llama un capítulo de un libro: crisis de crecimiento (ojo que no es de motivación como parece sino de estética). Aquí, para variar, nos encontramos entre la vida y la muerte porque, de seguro, no podemos ir a otro lado sin pensar en esto porque morir atropellado en plena madrugada o desangrado en el baño de nuestra casa o atolondrado por un choque eléctrico que trajo la lluvia pertinaz o, cómo no, en un asalto cotidiano a un bus, en la calle o en la casa, la misma cueva, el mismo refugio elegido. La vida y la muerte es la misma dicotomía que nos encontramos en el mundo cuando andamos con la locura y la razón o la gloria y la desgracia siempre y cuando el orden de cada elemento viene a ser lo mismo esté en donde esté, etcétera.

Continuando en seguir citando la novela del epígrafe me acuerdo de esto: “Blanca se hace la pregunta en términos más amplios, cuando especula si los momentos decisivos lo son desde el instante en que acontecen, o si por el contrario solo se vuelven decisivos a la luz de lo que ocurre después de ellos y a raíz de ellos”. Y decir que esta novela no me gustó tanto, qué cosas estas de la vida en donde lo que se desprecia en un momento hasta otro momento y lugar, por qué no, se vuelve precisamente adaptable y tantas veces precisamente indispensable hasta decir que claro, así es, este es el instante justo en donde las cosas se aplican sin mover un dedo, es decir que así suceden como porque la magia de la vida las coloca en su preciso lugar. Blanca se hace la pregunta y especula y tanta razón tiene —ahora me acuerdo de los inmortales de Borges (o Inmortales) que se pasan el tiempo especulando, he ahí el secreto de la inmortalidad según entendí— porque la cualidad de lo decisivo no se calcula ni se percata por el momento en sí mismo, solo el momento como tal porque ahí sí que no somos nada, eso solo sería algo aislado, irrevocablemente sin significado para nosotros ni mucho menos para el mundo y solo vendría a partir de lo que esto conlleva, de su reacción, lo actos que conllevan su consabida reacción: manejar y chocar o llegar al destino sin problema alguno, escoger el camino de la izquierda para terminar muerto en la banqueta o el camino de la derecha para ir a cenar tranquilamente a casa, etcétera. Bueno, estos son hechos pero tantas otras veces cuánta razón tenía Nietzsche con eso de que no existen hechos sino interpretaciones, porque en cualquiera de los dos caminos a tomar puedo terminar, en esta línea de tiempo que me fijé, cenando tranquilamente en mi casa pero la interpretación de esta acción me puede llevar a dormir sin ningún problema o a la calamidad de mi vida en donde yo no me fijé en mi insensibilidad de no hablar con fulanita o zutanita y el mundo se cae a pedazos. Qué se yo, a lo que voy es lo que dice Blanca y le doy la razón porque todo importa por aquello a lo que las cosas nos llevarán, lo que viene después del momento y a partir de ese momento con su acción, significación y, seguramente hecatombe porque la vida no es fácil y esas son las que cosas que más abundan por todos lados. Bien, vida y/o muerte, locura y/o razón, construcción y/o destrucción.

¿Quién es Eynard Menéndez?

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