¿Y el ejercicio de crítica?


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalHablamos de feminismos, de religión, de futbol, de política, de sociedad y de corrupción en estos tiempos descaradamente inciertos. Incluso hablamos de sexo, y nos gusta repetir y criticar generalidades, atacamos lo amorfo y muchas veces nos perdemos en ello. Todos caemos de alguna manera en la asimilación de opiniones de otros sin el ejercicio previo de informarnos y configurar un juicio propio sobre un caso concreto. Nos valemos de los medios de comunicación para que nos hagan digeribles los hechos, pero la mayoría de las veces dejan contenido y matices en la traducción.

El ejercicio de nombrar, explicar, argumentar y defender una postura es un trabajo arduo, y muchos factores influyen y confluyen para que el letargo le gane a un debate necesario y sano en cualquiera de los campos que se nos puedan ocurrir en estos momentos.

En entrevistas al muy estilo de reality show de tensiones apasionadas que se les hacen por estos días a los candidatos a la Presidencia, me resulta curiosa la manera de evadir, a partes iguales, temas importantes y específicos: que si el genocidio, que si la guerrilla, que si la privatización, que si la minería, que si la corrupción, que si la impunidad, que si la seguridad, que si la violencia…

Temas que se pierden en lo abstracto precisamente porque no se debaten, se evaden. Ganará el más apasionado o el que tenga un poquito de autoritarismo rezagado en democracias difusas. Perderá la sociedad entera al ignorar el peso de cada uno de esos puntos que hemos evitado tratar hasta la fecha.

Pero dejemos los avatares políticos, pasemos al arte. El arte se multiplica, se diversifica. Quiero creer que se va volviendo necesidad, y eso se aplaude y fuerte. En otros países, sin necesidad de ir muy lejos ni cambiar idioma, hay grupos de gente dedicados a la crítica en el sentido amplio de analizar y darle una contraparte al artista y a la creación. Juegan quizá a convertirse en el yin para el yang o viceversa.

Un amigo decía (conste que parafraseo) que es válido opinar, lo que no es válido es echar mierda solo por echar mierda. En eso estamos de acuerdo, pero abunda el sonido de grillos a la hora de pedir una opinión más objetiva sobre una pieza o un artista. Las opiniones siempre serán subjetivas, pero ¿dónde está la argumentación para mantenerlas? ¿Es necesaria la crítica para el crecimiento creativo? ¿Cómo se mejora si no se comunica que tanto persona como arte son perfectibles?

Las presentaciones de libros no son debates, las inauguraciones de exposiciones y las ferias de arte tampoco. Algunas entradas de blogs son reflexiones sobre temas, obras de teatro, cine, música y proyectos visuales, pero tampoco debaten, no hay crítica, no hay escala de grises.

Como sociedad, estructuralmente hay una férrea oposición a estar en contra. En el arte pasa lo mismo. ¿Será que todo es perfecto en el arte? ¿Es preferible ser amado por todos? ¿Es más fácil acceder a beneficios si estamos de acuerdo? ¿Será que callamos porque está mal visto contradecir el statu quo? ¿O será que somos una sociedad violenta y que las represalias sí van más allá? Quizá esos comentarios “negativos” solo se discutan en cenas, en after parties literarios y de expos, en voz baja, en confianza.

Este mismo amigo que menciono arriba me contó una experiencia de cuando comentaba y participaba en estados de Facebook, algo que ya no hace:

“Había una fotografía divida en cuadrantes en donde estaba Karol Wojtyla, Teresa (de Calcuta), Martin Luther King y Gandhi, y vengo yo de mula y pongo: ‘qué huevos que al Karol lo pongan con los otros tres, porque —y me explayo— este cerote fue encubridor de las redes de pedofilia dentro de la Iglesia, bla, bla, bla…’. Aparece un chato que me escribe: ‘Sí, hijo de la gran puta, yo sé dónde vivís, sé quién es tu familia y la gran…’. Mano, yo qué iba a hacer: borrar todo, borrar todos los comentarios. Sé quién es, es un pisado fanfarrón, yo sé que no iba suceder nada, pero vamos a la actitud, vamos a la postura ante las opiniones ajenas y contrarias a la tuya”.

Quien escribió la amenaza era un hombre con estudios universitarios, trabajador de la Municipalidad de Amatitlán y cristiano católico. La intolerancia hacia la crítica no discrimina. ¿Es un estado de inmadurez cultural y social? Las secciones de cultura de los medios se quedan en fechas y horas; los comentarios, en adulaciones, ¿y el ejercicio de crítica?

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1 Respuesta a "¿Y el ejercicio de crítica?"

  1. Querida Diana, por suerte (o por desgracia) estoy de acurdo contigo. También vivo en un país donde la intolerancia es una «marca registrada». En lo particular creo que la tolerancia/intolerancia es una cuestión de construcción social y de educación familiar, más que otra cosa. Los intelectuales tampoco pueden «desmarcarse» de la influencia de su crianza en sus maneras de pensar y sentir.
    Pero específicamente en las cuestiones de la crítica artística, lo que entiendo que pasa no es la tolerancia o falta de ella por parte de los «críticos» (y las comillas valen, porque algunos lo son y otros sólo creen serlo). Desde mi punto de vista lo que falla es el conocimiento… y volvemos a la cuestión de la educación (la ausencia del arte en las escuelas, desde las de primera infancia hasta en la Universidad).
    Muchos de los que abren la boca o escriben en sus ordenadores no saben nada o «tocan de oído» y ponen una palabra tras otra, nada más, sin poder argumentar… porque argumentar no es una cuestión de «Me gusta» y el pulgar para arriba, sino de reconocer en una obra un estilo por encima de una construcción, una técnica por encima de una visión, un oficio por encima de un mensaje.
    Con respecto a ello, lo que leo y escucho pocas veces es más que una manifestación de agrado o desagrado (por la obra o por el artista como persona o como intelectual). Y aunque la crítica es sólo opinión, es opinión informada.

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