El premio de Wingston


Carlos_ Perfil Casi literal

“mamá, acá se muerde el frío con toda la memoria. lenguaje no hay; es un arma en la ciudad de los muertos. acá los recuerdos”.

Wingston González. Cafeína MC

Alegría: en el marco de la última Feria Internacional del Libro en Guatemala le concedieron a Wingston González el premio de poesía Luis Cardoza y Aragón, convocado por la Embajada de México en Guatemala y que contempla la participación de poetas de toda Mesoamérica. Creo que todas las personas que conocemos su obra nos alegramos y festejamos secreta o públicamente por la fiesta que ya es la poesía de Wingston. Eso es…  un festejo perpetuo que comenzó allá por el año 2005, cuando Editorial Cultura publicó Los magos del crepúsculo [y blues otra vez], un libro al que los prodigios de la casualidad me llevaron a leerlo en Puerto Barrios, un lugar cercano al mar que Wingston seguramente había pasado escuchando los años de su infancia.

Pero la fiesta seguramente comenzó antes, allá por el año 1986, cuando Wingston nacía en Livingston aprendiendo del mismo mar la solidez del ritmo para crear una construcción poética alucinante y lúcida, formal y lúdica. Un juego o fuego perpetuo que estallaría en palabras desde antes de aprender a leer o a escribir o hablar. Una cadencia prerreflexiva, prelingüística, pero que apela a la esencia misma de un lenguaje que todos conocemos y a la vez ignoramos. Octavio Paz sabía que la poesía precedía al lenguaje y que el ritmo precedía a la poesía. Y poemas como los de Wingston nos sirven para confirmarlo.

Los temas de los poemarios de Wingston no son arbitrarios en su heterogeneidad. Dan testimonio de un caos ordenado, de la complejidad de una realidad vertiginosa y veloz. Son pequeños universos cerrados que replican ese otro universo que está pasando a no sé cuántos kilómetros por hora frente a nosotros. Son el intento de una conciencia por tratar de retenerlo todo con palabras: víctimas trágicas del mundo que las atropella. Las palabras mueren para dar paso a los poemas.

Además de celebrar, escribo ahora dos confesiones:

Primera confesión. Me llevó aproximadamente hora y media buscar en la biblioteca primero, y luego en el vórtice caótico de toda la casa, el libro Cafeína MC, publicado en la Toma 1 de Catafixia Editorial. Y luego recordé la noche de la presentación. Otra fiesta, un poco más física y carnal en 2010. Además de celebrar la publicación de la Toma 1, se estaba celebrando el nacimiento de la editorial que hasta el día de hoy ha llegado a ser  la más importante dedicada exclusivamente a la poesía en la región. Sin querer atestiguábamos el nacimiento de la casa que publicaría luego a José Kózer, Raúl Zurita y Antonio Gamoneda. Finalmente encuentro el texto y al abrirlo aparece una dedicatoria para Ana. Así descubro que no es mi libro, que seguramente desapareció prestado en alguna otra librera, o se fusionó con el libro de Ana el día que decidimos unir nuestras libreras.

Segunda confesión. Me acerco después buscando Los magos del crepúsculo y como separador aparece una factura de julio de 2012. Se trata de la factura del primer café que me tomé con Ana y del primer día que la vi y del libro que ofrecí prestarle pero que rechazó porque ya lo tenía.

Dicho esto, no me queda de otra más que confiar en esos magos crepusculares de recuerdos que me acompañaron al escribir esta pequeña reseña y esperar contento la publicación del poemario, como he esperado con ansias los demás libros de Wingston.

¿Quién es Carlos González?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


1 Respuesta a "El premio de Wingston"

  1. Muchas gracias Carlos, buscaré sus obras y empezaré a leerlo, pues no lo conocía.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior