El adiós a las mariposas


Lissete E. Lanuza SáenzLa semana pasada —el miércoles, precisamente— se celebraba el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer. Como siempre, el tema fue tendencia en twitter, la gente compartió citas e imágenes motivacionales y al día siguiente nos olvidamos de todo, de los derechos, de los deberes y del cambio. Pero no nos olvidamos de las Mirabal, no. De ellas nunca nos acordamos.

Hace cincuenta y cinco años, un 25 de noviembre de 1960, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron asesinadas a golpes en represalia por su papel en la resistencia clandestina contra el gobierno de Rafael Trujillo. El mundo era diferente entonces. Las dictaduras eran cosas más comunes, el miedo era viejo conocido y la gente desaparecía sin dejar rastro.

No las Mirabal. Ellas desaparecieron, sí, pero su recuerdo resultó lo suficientemente fuerte como para tumbar un gobierno y conmemorar un día donde nadie las recuerda a ellas, pero sí a muchas otras mujeres que sufrieron tanto, o menos que ellas, pero sufrieron. Si lo hubiera sabido Trujillo entonces, quizás hubiera cambiado de opinión, las hubiera dejado vivir gritando en vez de morir como mártires.

O no. Hay gente que no cambia y el hecho de que hoy, cincuenta y cinco años después de que nos dejaron las mariposas, todavía necesitemos un día para decir que no a una cosa a la que deberíamos estar acostumbrados a decir que no, siempre es prueba de esto.

Pero quizás mártires no es la palabra correcta. La palabra es héroes. Héroes de aquella resistencia clandestina e igualitaria que ayudaría a República Dominicana a salir adelante. Héroes de todas aquellas mujeres que no eran iguales entonces y siguen sin ser iguales ahora. Héroes de las que lucharon y perdieron, de las que ganaron, de las que no se atrevieron a luchar y hasta de las que nunca soñaron con hacerlo.

Hay héroes de todo tipo. Nos los enseñan en la escuela, pero no me enseñaron a mí de las Mirabal, no sé a ustedes. La historia sigue estando colmada de hombres fuertes y valientes. Años después de graduarme me encontré sin querer con el libro de Julia Álvarez y descubrí que las mujeres también pueden serlo, no solo en las pequeñas cosas sino en las grandes, en las que cambian al mundo.

La semana pasada celebramos el día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, pero no celebramos a las Mirabal, no realmente. A ellas seguro no les preocuparía. Lo importante es celebrar la idea, que es más grande  que los hombres (y las mujeres).

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