Kiki


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literal«Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo».

Albert Camus

El viernes 26 de febrero, mientras manejaba escuché por la radio la noticia de que había ocurrido un accidente aparatoso entre un autobús extraurbano de transporte colectivo, un picop y un escarabajo. En el escarabajo viajaban dos mujeres alemanas. Una de ellas falleció en el acto. En ese momento no sabía de quién se trataba. Me enteré el día después.  Anna-Kathrin Finger, a quien sus amigos, colegas y gente con la que compartió espacios la conocíamos como Kiki, viajaba con una amiga de visita en Guatemala. Se dirigían hacia el Lago de Atitlán cuando un piloto de un autobús colectivo perdió el control, se salió de su carril en la vía contraria y chocó de frente contra el escarabajo de Kiki e impactó también con un picop. Los medios dijeron que siete personas resultaron heridas y que el piloto del autobús huyó.

Los accidentes son sucesos eventuales que alteran el orden regular de las cosas, pero en Guatemala debemos dejar de llamar accidentes a estos hechos, en todo caso son negligencia, irresponsabilidad, estupidez, cobardía.

Según el diario Prensa Libre, en Guatemala ocurren cinco accidentes viales por día o uno cada cinco horas. El promedio anual es de 1,729 accidentes, pero en el 2015 se registraron 6,204. Este aumento desproporcional debería indicarnos que estamos haciendo algo completamente mal. Estamos acostumbrados a que ocurran y a “agradecer a Dios” cuando resultamos ilesos de un viaje a cualquier sitio.

El mismo diario cita a la vocera del Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil, Dalia Santos, quien explica que el 2016 empezó con 40% más de muertes por accidentes viales en comparación con el año anterior. Kiki no está incluida en ese porcentaje.

En Guatemala, las autoridades tienen las cifras y las razones: “Los accidentes ocurren porque los pilotos hablan por teléfono celular o chatean mientras conducen, no respetan las señales de tránsito, consumen bebidas alcohólicas, manejan a excesiva velocidad y sobrecargan picops y autobuses”, expresa Santos. Todo ello es perfectamente prevenible, pero pareciera que nada se resuelve con saberlo, ¿verdad? Todo ello es evitable, pero se sigue permitiendo y esto es absurdo, como el país mismo.

El año pasado, el ciclista Juan Pablo Gularte fue atropellado por un joven que tenía la licencia vencida y huyó del lugar. Ever Alfredo Hernández, de 17 años, murió y otras cuatro personas resultaron heridas en otro accidente ocasionado por un hombre ebrio al volante. Los culpables de estos hechos pagaron una fianza y están libres. A esos homicidas ni siquiera se les cancelará la licencia de conducir. Estos casos tuvieron cobertura mediática porque un joven de “buen apellido” y un futbolista de la liga nacional fueron quienes causaron las muertes. Ya sabemos que para acallar una vida se puede pagar o burlar la justicia para no asumir culpas, castigos ni consecuencias.

Kiki era psicóloga, trabajaba como cooperante del Servicio Civil para la Paz en el Programa Equidad de Género de la organización  Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) apoyando a quienes apoyan a mujeres víctimas de violencia durante el conflicto armado interno y en el presente. Como supervisora, acompañó a los voluntarios del  equipo de Brigadas Internacionales de Paz en Guatemala. Antes de llegar al país, hace dos años, trabajó en Nicaragua y en Alemania con mujeres jóvenes de contextos sociales precarios. Kiki tenía 33 años y muchos planes, en unos meses iba a terminar su contrato, se mudaría a Nepal con su pareja y buscaba nuevas oportunidades de acompañar a niñas, mujeres y otras personas con necesidades de ayuda psicosocial. Con su abrupta partida se rompe un eslabón en las redes de apoyo que tanto cuesta recuperar y mantener en nuestra sociedad.

Era una persona extraordinariamente amable, alegre, abierta, tolerante, cariñosa y por ello querida por quienes tuvieron la dicha de que se les cruzara en la vida. Ella dejará  huellas y recuerdos bonitos de risas y compañerismo en todos esos corazones. El mundo pierde una mujer valiente, con pensamientos claros, un sentido inconfundible por la justicia y solidaridad para las personas más necesitadas. Su pérdida es irreemplazable.

Juan Pablo Gularte, Ever Alfredo Hernández y Kiki son solo tres de las valiosas vidas que han sido arrebatadas sin sentido en Guatemala por conductores egoístas y negligentes que olvidan que tenemos una responsabilidad enorme para con los otros.

En un ensayo, Harold Soberanis explica que cuando Albert Camus hablaba de lo absurdo de la existencia se refería que esta no tiene ningún sentido establecido, y es por eso que el ser humano tiente como imperativo configurarse a sí mismo, construir su moral e intentar encontrar su propio sentido. Gracias a ello, “la vida adquiere un valor inestimable y que, con todos los sufrimientos posibles que la misma existencia implica, es valiosa y digna de vivirla”.

Solo quisiera que en Guatemala lo absurdo no le ganara constantemente a la pasión de vidas con tanto potencial de construirse a sí mismas y ayudar en la construcción o reconstrucción de otros. Kiki, es seguro que muchas personas más te extrañarían si te hubieran conocido y son muchas a las que hubieras podido apoyar y que ahora no tendrán tu escucha y tus consejos. Que estas líneas queden como registro de tu paso entre nosotros.

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