Mis amores literarios


Lissete E. Lanuza SáenzUno nunca olvida el primero, dicen por ahí. Y es verdad. Ni el de verdad ni el de mentira.

Como toda persona que comenzó a leer joven, de niña tuve muchos amigos imaginarios. O quizás “imaginarios” no sea la palabra correcta. Ellos estaban ahí. Existían, solo que, usualmente, no existían en el mismo mundo que yo habitaba. Para mí, sin embargo, eran reales; lo suficientemente como para quererlos, odiarlos y sufrirlos.

Es curioso que cuando llega febrero siempre busco hacer paralelismos con la ficción. A pesar de ser una costumbre puramente norteamericana, nuestros países han abrazado el día de San Valentín y lo celebran como si fuera algo que nosotros mismos hubiéramos inventado. Yo no. O quizás, yo sí. Solo que a mí me gusta celebrarlo con más que mis amores de carne y hueso.

Hace ya más años de los que quiero admitir, mi primer amor literario fue Gilbert Blythe de la serie de libros Anne of Green Gables. Aunque quizás mi primer amor fue Anne misma, Gilbert solo fue el vehículo. De ella aprendí el poder de las palabras, la importancia de luchar por tus sueños; mientras que de él aprendí que lealtad no es lo mismo que amor, pero de vez en cuando, las dos cosas pueden parecerse. A la edad de doce años, hay pocas lecciones más importantes.

No fue el único, claro que no. Durante los años siguientes me enamoré del malhumorado Sr. Darcy (y de Elizabeth y su fuerza), del irreverente Benedicto de Mucho ruido, pocas nueces (y de Beatriz y su envidiable manera de expresarse) y hasta del Rhett Butler de Lo que el viento se llevó (y de Scarlett, claro está, la mujer más incomprendida de la literatura).

Me enamore de estos héroes literarios y sus heroínas. Quizás sería más justo decir que me enamoré del amor, de una idea. De una posibilidad. A veces hay que sacar la cabeza de los libros y aprender a vivir, decía mi abuela. Ojalá en ese momento hubiera encontrado las palabras para decirle que yo si aprendí a vivir. Que los libros me enseñaron lo que debía buscar y lo que nunca debía permitir. Que la literatura me enseñó a querer y a odiar, a ser y a creer.

Uno nunca aprende en cabeza ajena, hubiera dicho ella, pero creo que estaría equivocada. Cuando los personajes son tus amigos, todo, absolutamente todo es posible.

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1 Respuesta a "Mis amores literarios"

  1. Mi querida Lissete… Aunque no hemos recorrido los mismos libros (edades diferentes, geografías distintas) me he reconocido en tu relato. Lo único diferente es que no tuve una abuela «realista», sino una madre apasionada que fomentaba mi locura. Hoy yo también puedo decir que, sin haber salido de mi pueblo, he recorrido el mundo y sin haber llevado adelante grandes gestas, aprendí a luchar por lo que pienso. Gracias por darme la felicidad de saber que sigue habiendo devoradores de letras en el mundo.

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