Animal político


Gabriel García Guzmán_ Perfil Casi literalDe todos los animales de la creación —o de la naturaleza, si se prefiere; según quién lo analice— el ser humano es el único que hace política. Es decir, somos el único animal que se organiza en ciudades, polis. Tal definición, por la visión eurocéntrica de nuestra educación, se la debemos a Aristóteles, quien en el Libro Primero de La política indica lo siguiente:

«Sí, el hombre es el ser sociable por excelencia; lo es más que la abeja y que todos los demás animales que viven reunidos. La naturaleza nada ha hecho en vano. El hombre solo, entre los animales, tiene el don de la palabra; otros tienen, como él, voz para manifestar el dolor y el placer, la naturaleza, al darles sensaciones agradables o penosas, les  ha provisto de un órgano a propósito para comunicarlas a los individuos de su especie; ha limitado a éstos su lenguaje; pero ha dado al hombre la palabra para expresar el bien y el mal moral, y, por consiguiente, lo justo y lo injusto; a él solo ha hecho este hermoso presente, porque él tiene exclusivamente el sentimiento del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto y de otros análogos sentimientos morales que, al asociarse, constituyen el Estado y la Familia».

Así, en definitiva, somos los únicos animales con un sentido moral, y por lo tanto, la política tiende a buscar la justa asociación de las personas, alejándose de la injusticia. El sentido político surge en Occidente muy unido a la moral, pero ni la política surge con Aristóteles y mucho menos en Occidente.

Es muy curioso que Aristóteles inicie este fragmento hablando del lenguaje, concatenándolo a la moral y luego a la política. Digo curioso, si no notable, porque los primeros fragmentos de lenguaje escrito del ser humano son precisamente códigos legales, leyes. Estoy haciendo referencia, obviamente, al Código de Hammurabi (1790-1750? a. de C.), el primer código de leyes de la historia, y claramente, el primer código lingüístico doblemente articulado de la humanidad. Este código tiene relevancia política y, a la vez, lingüística e histórica.

Este texto, según la investigadora Pilar Rivero, de la Universidad de Zaragoza, es una estela con 282 leyes grabadas supuestamente entregadas al rey Hammurabi por el ídolo pagano Samash. Fueron encontradas en Susa y establecen multas, castigos y pena de muerte. Esos eran los conceptos del estado primitivo; o al menos, del primer estado que tenemos pruebas históricas concretas, es decir, dicho en palabras más coloquiales, pruebas escritas.

Siguiendo con la relación entre sociedad, lenguaje, moral y estado, podemos aludir claramente a la Piedra Rosetta (196 a. de C.). Es el fragmento una primitiva estela egipcia cuyo interés principal es de traducción porque estaba escrita en jeroglíficos egipcios, demótico, griego y otra lengua egipcia hablada en el periodo helenístico. De este modo puede notarse cómo en la traducción de los antiguos egipcios puede notarse una clara intencionalidad cosmopolita de inclusión, integración y pluralidad social. Eso sin tomar en cuenta su importancia para los estudios filológicos y lingüísticos en sí mismos.

Es claro que Aristóteles tenía razón en catalogarnos como animales políticos y, simultáneamente, debe admitirse que la política tampoco ha sido un privilegio de la cultura occidental, pues ya conocemos documentos históricos previos —Código de Hammurabi— y posteriores —La Piedra Rosetta—. La política es, a mi parecer, un patrimonio humano, una condición de la especie y, sin duda alguna, una pulsión necesaria de las personas.

Con estas palabras introductorias reinauguro, luego de dos años de ausencia, mi columna quincenal en Casi literal, titulada «Palabras para soñar despierto», donde me propongo analizar, además de otros asuntos de naturaleza estética, el acontecer nacional, regional y planetario según vayamos dando tumbos por el mundo como sociedades.

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