Poesía de mayo (I): Emily Dickinson


Rubí_ Perfil Casi literalBetween the form of Life and Life
The difference is a big
As Liquor at the Lip between
And Liquor in the Jug
The latter –excellent to keep–
But for ecstatic need
The corkless is superior–
I know for I have tried

Emily Dickinson

En mayo el calor del verano comienza a apagarse; la lluvia hace el amor con la hierba y sin darnos cuenta pasamos del ventilador al té caliente y al aroma matutino del pasto húmedo y recién cortado. El temperamento de mayo es poético; cuando pienso en mayo pienso en poesía; poesía escrita en inglés.

Confieso que una vez fui detractora de este idioma. La adolescencia y el sistema educativo que lo imponía sin justificaciones válidas me hacían rechazar aquel sistema globalizado de comunicación tan prometedor, y cuyo dominio aseguraba un futuro lucrativo de cheques con signo de dólar y de ceros a la derecha. En la pequeñez de mi mundo no veía la necesidad de comprender palabras que no tuvieran la vena romance de Bécquer, de Cervantes o Gómez Carrillo. Tuve que conocer la poesía de Emily Dickinson para encontrar la exquisitez en aquella lengua tan ajena a mí; gracias a sus versos descubrí que, si bien el vocabulario de la lengua inglesa es apenas polisémico, las metáforas más alucinantes son posibles.

He leído a Emily más de lo que la he estudiado, esa es la causa por la cual desconozco gran cosa sobre sus datos biográficos. No obstante, sé, por ejemplo, que su familia fue en extremo religiosa y puritana, que nació en Massachusetts en el año 1830 mientras Walt Whitman ya tenía once años, que sus referentes literarios inmediatos fueron La Biblia, Shakespeare y la obra de las hermanas Charlotte y Emily Brönte. Y sé también que varios amores no correspondidos provocaron en Emily la necesidad de recluirse cuando tenía treinta años y poca creación poética en su haber. Aquellas circunstancias borrascosas la condujeron, cual su heroína literaria Jane Eyre, por periplos intensos de ensimismamiento. Fue así como escribió alrededor de dos mil poemas cortos en donde la muerte, la fe y la belleza fugaz tienen voz; donde el amor es anatema y a la vez bonanza. Sus versos, publicados después de su muerte esbozan dicotomías filosóficas prodigiosas en una mujer del siglo XIX que vio la vida apagarse dentro de las paredes de su casa paterna de Amherst, Massachusetts.

Ignoro el porqué los versos cortos de Emily Dickinson se apoderan de mí cada mayo. Quizás sea costumbre o una casualidad recién admitida. Más bien creo que el deceso del verano me recuerda que Emily falleció el 15 de mayo de 1886. Este próximo domingo se cumplen 130 años de su muerte.

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