Afilar métodos, crítica y estrategias


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literalComo bien sabemos, Guatemala no ha cambiado como lo sugieren algunos optimistas precoces quienes por su inexperiencia en procesos sociales piensan que con lo acontecido el año pasado se ha dado un cambio sustancial y profundo, percepción bastante lejos de la realidad. Se ha dicho en varias ocasiones que, si bien se creó un precedente con la renuncia de los ex mandatarios, se reconoce que, en primer lugar, todo esto tenía como marco un guion dirigido por la embajada de los Estados Unidos y, en segundo, que la renuncia de estos no tocaba las raíces del sistema imperante basado en el despojo, la explotación y el saqueo.

Por otro lado, alejados de los optimistas precoces se encuentran los apologistas de las derrotas, quienes muchas veces no dan crédito alguno a lo sucedido en los últimos meses e invisibilizan la importancia del comienzo de politización y conciencia de muchas personas y sectores quienes, debido a la coyuntura que se desencadenó tras el fraude aduanero del año pasado, dejaron de estar totalmente abrazados por la alienación del capitalismo tardío y sus diversas formas.

La polarización de este país es evidente. Nuestra carga histórica y psicosocial nos dificulta entablar diálogos horizontales y ver matices en temas sociopolíticos así como en las cosas más simples de la vida cotidiana. Si algo parecen no haber entendido en las últimas décadas los sectores de izquierda y progresistas del país tanto institucionales como ciudadanos, es la importancia de la unión política estratégica por sobre los simples compadrazgos. Pareciera que a buena parte de estos sectores les es indiferente el tiempo en el que subsisten realizando prácticas que ya en antaño han fracasado. Al no comprender esto es que la multiculturalidad y multiplicidad, rasgos fundamentales de nuestro tiempo, no trascienden el discurso y, en la mayoría de los casos, conforman hermetismo y segregación.

Ahora se habla, como es lógico e imperante, de refundación, fundación o transformación del Estado; pero debemos ser conscientes de que el Estado está siendo transformado desde ya y desde afuera, por lo que esta coyuntura resulta —sin caer en ansias de inmediatez— propicia para incidir desde las demandas populares e ir tocando las raíces del sistema hacia soluciones estructurales. Se trata, pues, de encarar este momento como una lucha política y no técnica. Para crear una red de resistencia anti-hegemónica, radical y consistente —un movimiento social a fin de cuentas— el tema no pasa por caernos todos bien, sino en reconocer que lo verdaderamente importante es la lucha por condiciones de vida digna, y para ello, imperativo es tanto la visión estratégica como lograr domar nuestros egocentrismos.

La dificultad de articulación ciudadana ha sido lamentable debido a la ruptura del tejido social. ¿Cómo reconstruir esa ruptura? Y más difícil todavía: ¿cómo articularnos cuando las demandas de nuestro tiempo abarcan multiplicidad de aspectos y esferas a diferencia de antaño, cuando la visión política anti-hegemónica era mono-cultural? He ahí el magno reto que tenemos todos y todas (con o sin el permiso de la RAE).

Habrá que entrarle a la trasmutación en las formas sin olvidar el fondo, así como ir agudizando nuestros métodos de análisis y nuestra visión estratégica. Saber con quién se puede caminar y hasta dónde, para ir avanzando firmemente y no caer en la ingenuidad de ni siquiera tomar en cuenta la correlación de fuerzas. La crítica y autocrítica es necesaria, casi un imperativo, pero esta llega a ser un rito enriquecedor y edificante solamente si se da en el marco de la congruencia y consecuencia humanamente posibles y no así desde el ánimo de rencor. Cuán fundamental resulta conquistar la mesura y vislumbrar matices, pues la historia no deja mentir acerca del daño que han hecho partidarios extremistas tanto a movimientos como gobiernos que abogaban y comulgaban con iguales o similares ideas, pero cuya actitud disfrazada de crítica restó y se contrapuso, irónicamente, en momentos de desestabilidad y/o derrocamientos ejecutados por el enemigo político.

Galeano dice que “no hay que confundir lo grande con lo grandote” así como quien desconfía de todo mesianismo. Pues bien; en la cotidianidad de a pie se logran vislumbrar efectos producidos por grandes —no grandotes— esfuerzos que muchas personas y sectores realizan en diferentes espacios. Por supuesto que hace falta mucho y los problemas históricos continúan aquejándonos día a día, pero no por ello resulta válido invisibilizar dichas labores que suman y que han sido parte del proceso de avance y resistencia. El pensamiento crítico es algo loable y necesario para toda emancipación tanto individual como colectiva: es hora que este sume —evidenciando masivamente que el problema es sistémico y alertando la peculiar injerencia estadounidense de la actualidad— desde una visión estratégica. Es momento de afilar los métodos, la crítica y la estrategia.

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