Todos y todas (sin que la RAE importe)


Jimena_ Perfil Casi literal“El lenguaje ejerce un poder oculto, como la luna sobre las mareas”.

Rita Mae Brown

Algunos, cuales adoradores de íconos falsos, alaban la medida de la Real Academia Española que niega el uso de los pronombres todos y todas, considerándolos redundantes e innecesarios, por no reconocerlos como una afirmación inclusiva para cada género. Cómo no lo consideraría así una institución conservadora y cuyo origen monárquico (aprobado por real cédula del rey Felipe IV en 1714) le otorga una autoridad que actualmente puede traducirse al colonialismo que aún agobia las mentes de los habitantes en estas tierras.

A pesar de que han pasado siglos desde las independencias de América, y en específico la de Guatemala, parece que cuando se trata de encontrar apoyo y argumentos contra las reivindicaciones de las mujeres saltan desde muy dentro de cada uno dos imágenes. Primero surge la de un Fuentes y Guzmán viendo desde una montaña a la finca invadida por sus antepasados, con los aires de un acercamiento al supuesto pasado de nobleza europea que no es más que lenguaje figurado en los cuentos criollos que narran los abuelos a los nietos. Y la segunda imagen es la de un inquisidor que mediante el apoyo tácito de los considerados libros sagrados se autoproclama el dios que expulsó a Eva y condenó a Agar. Con esto quiero decir que la RAE, en este aspecto, pareciera mantenerles el gusto y capricho a quienes hasta hoy sustentan los patéticos aires de grandeza eurocéntrica y el discurso machista al que no le interesa nombrarnos a todas nosotras.

Como lo afirman varias tratadistas del feminismo, lo que no se menciona no existe. Dentro de nuestra sociedad se ha priorizado lo útil y rápido en cada aspecto de esta locura acelerada en la que vivimos. Se toma lo necesario para seguir, ideas pragmáticas que, al aplicarse a casos como las luchas de las mujeres, han servido para justificar la discriminación  y exclusión como molestias menores.

¿Por qué deberíamos las mujeres sentirnos partícipes en un discurso cuando se utiliza el término masculino? ¿Por qué habríamos de vernos incluidas con la costumbre de un pronombre que excluye a más de la mitad de la población mundial? Según cita la RAE, “la mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto”. Esta breve explicación debería ser suficiente para indignarnos más allá de la filosofía feminista, pues pretenden decirnos que nuestra existencia dentro del lenguaje debe justificarse.

Al final de cuentas y como lo expreso siempre, a mí la RAE y la llamada ortografía formal nunca me han interesado, ni como institución ni como compendio de reglas sacrosantas. Soy amiga de la ortografía práctica del español y no busco hacer de la escritura una virgen inmaculada para que pocos puedan acceder a ella. Lo que sí me interesa es el uso de este criterio restrictivo que utilizan algunos para descalificar a quienes se reconstruyen diariamente para cambiar sus hábitos, transformando desde una plática cotidiana hasta un discurso formal y público en espacios de solidaridad para con las luchas de las mujeres.

El lenguaje nos marca, nos hace y tenemos la oportunidad de edificar a través de él. Así como se aprendió a discriminar por medio de las palabras, ahora aprendamos a incluirnos y a tener una experiencia desde la vivencia colectiva. Las palabras entran en nuestra vida como compromisos, decisiones, expresiones de nuestras más ondas sensibilidades. Todo este mundo que ellas representan debe pertenecernos a todas y todos.

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