Sobre el ejercicio intelectual y la frivolidad


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literal“Me gusta la libertad y el aire sobre tierra lozana; prefiero acostarme sobre cueros de buey antes que sobre las dignidades y respetabilidades de los eruditos”.

Nietzsche

El desarrollo intelectivo honesto  nos hace mantener los pies sobre la tierra y el ejercicio intelectual puede llevarnos a otros niveles de sensibilidad y discernimiento para poder gozar de diversidad de actividades, dejando atrás mediocres consideraciones y cuidados sobre nuestra reputación por el miedo a no encajar dentro de cualquier estereotipo impuesto. Por ello suelen causarme sincera simpatía quienes perciben que la sofisticación intelectual no pasa por una grandilocuente oratoria o por hábitos elegantes, sino por el ejercicio dialógico de escuchar a los otros, y ser escuchado por ellos, para un enriquecimiento de doble vía, llevando así la abstracción y densidad de los conceptos a niveles de simplicidad comunicativa.

Sin embargo, hoy esto se considera poca cosa, pues hay una evidente frivolidad basada —explícita o implícitamente— en la necesidad de reconocimiento y de aceptación, en un ánimo de rebaño que va cayendo dentro de un perfil que se circunscribe a la avidez de novedades. A la moda. Y es que en estos tiempos suele darse una concepción chata y trivial del ser intelectual. Se manosean términos como el de erudición. Se da, de forma recurrente, una mera pose no sustentada. La frivolidad brota en galerías de arte y convenciones literarias de renombre. Se prioriza en el comercio y la pomposidad por sobre el aprendizaje y la autenticidad.

El paternalismo también ha encontrado su sitito en estos espacios, actuando en doble vía en cuanto a quienes lo ejecutan como en quienes lo consienten, y así resulta un fructífero negocio para unos y un lanzamiento a la fama para otros, muchas veces gracias a la manipulación y tergiversación de la denominada “estética de lo diferente”. Es por eso que cuando la descolonización de ciertas imposiciones nos lleva a otros extremos donde caemos nuevamente en prejuicios absolutistas, tendremos que volver a descolonizarnos: se trata de revolucionarnos a nosotros mismos constantemente.

Es evidente que el sistema imperante a nivel mundial ha fracasado económicamente, pero debemos ser claros en que su triunfo ideológico es una realidad que llega a abarcar las distintas esferas de la actividad humana. Vemos, entonces, cómo suele darse en círculos intelectuales un atrincheramiento excluyente donde el diálogo y la discusión se ejerce únicamente entre los mismos espacios herméticos en donde el recelo hacia los otros conduce a una uniformidad de conducta y método, negándose a otras voces que encaran la existencia desde diferentes costumbres o que simplemente proponen innovaciones sin caer en dicho estereotipo. Y es que cerrarse a la multiplicidad del mundo nos puede conducir a limitaciones tanto en el oficio que se ejerce como en las acciones más simples de la vida cotidiana. Fascinante y necesario resulta el enriquecimiento que se da al contacto con lo diverso.

Y sí, querido lector, este servidor lee bastante y asiste con considerable frecuencia a eventos de notorio rigor académico; pero siempre he necesitado aire fresco, transitar por diversos callejones y experimentar la espontaneidad del mundo para poder abrazar pensamientos propios. Y si me he inclinado, en cierta medida, a cultivarme y a ciertas lecturas, ha sido por una curiosidad sofocante de descubrir los límites de la realidad, por una necesidad intensa de despojarme de imposiciones para caminar más sueltamente y además por un placer inherente al ejercicio cognoscitivo que nos lleva a dudar más de lo adquirido; es decir, sea como sea, me he inclinado a ello por un instinto de sobrevivencia que a veces se traduce en placer y otras en angustia.

Claro, es necesario reconocer que en una sociedad como la nuestra, la adquisición del conocimiento es un privilegio, y considero que en cualquier escala o ámbito, lejos de construir un banal estatus y fría vanidad, debe ser compartido, puesto en duda y discutido más allá de las latitudes del claustro y las poses de sofisticación.

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