Breve historia del milagro cinematográfico (II)


Bruno Huzinker_ Perfil Casi literalEn Adaptation, una película escrita por Charlie Kaufman, seguimos el proceso creativo de un guionista mientras intenta sobrepasar un bloqueo artístico. Su nombre: Charlie Kaufman. El personaje de Charlie, al igual que el Charlie de la vida real, acaba de terminar el rodaje de su último proyecto: Being John Malkovich, y se le ha encargado adaptar un célebre libro sobre orquídeas. ¿El problema? La depresión, la baja autoestima, la falta de inspiración… Las ambiciones creativas de Charlie se ven aún más coartadas cuando su hermano gemelo, Donald, tras seguir un taller de guionismo de dos días comienza a escribir lo que parece ser una obra maestra. Donald está tras la fama, el éxito comercial y de taquilla. Charlie, harto de su propia mundanidad, pretende crear algo revolucionario, algo diferente, una historia de tal magnitud que Hollywood entero se estremecería ante su originalidad. ¿Pero por dónde empezar? ¿Por la prehistoria? ¿Por el inicio del tiempo? Intento fallido tras intento fallido, Charlie busca por todos los medios el secreto de una gran película. Su hermano Donald, sin embargo, parece haberlo encontrado sin más esfuerzo que el hecho de seguir las reglas, clichés y mandamientos de toda producción millonaria. En la más profunda agonía, Charlie halla por fin la revelación que estaba esperando: escribirá sobre Charlie Kaufman, un guionista que intenta desesperadamente escribir una película. Para el dénouement, ese tercer acto que nunca llega en la vida real bastará con dejarse socorrer por Donald y su sarta de cómodas escenas recicladas. Y así termina la película, la de verdad, en un éxtasis de acción hollywoodense como punto final a una historia seria, respetable e intelectual. Un insulto al cinéfilo como artista, disimulado en una letra de amor al arte del guionismo.

Adaptation nos plantea una pregunta que ha obsesionado a cineastas desde que la industria pudo ser considerada también como arte: ¿Qué nos motiva a hacer películas? Si el dinero fuera la única razón, toda creatividad resultando superflua, el cine nunca habría conseguido despegar del suelo. ¿Hay, pues, un impulso nato en la naturaleza humana que nos lleva a crear obras de arte? ¿Tenemos acaso una irresistible atracción hacia lo estético e intelectualmente elegante? Como Charlie Kaufman, es en el proceso de creación fílmica, en esa marcha creativa personal —y sin embargo tan extrañamente colectiva— que encontramos la solución a este enigma. No hay una respuesta precisa ni un razonamiento algorítmico, sino un rompecabezas que con cada reflexión y cada perspectiva va tomando forma.

El cine es, primero que nada, un descubrimiento personal. En Amator, Filip compra una cámara para el nacimiento de su hija. Con el lente frente al ojo, el horizonte de Filip se expande a fronteras antes insospechadas. Amator es un poema apasionado pero quieto, en donde el ser aficionado es la base de toda creación artística: la fascinación de una mirada fresca, su honestidad, su ingenuidad, es la clave de lo que nos hace artistas.

Después de hacernos redescubrir el mundo, el cine nos permite conocernos, encontrarnos en un paisaje que, tras una cámara, se reduce al espacio en donde estamos parados. Es lo que descubre Sullivan, del gran clásico Sullivan’s Travels, cuando decide abandonar Hollywood a la búsqueda de una historia. Vestido de indigente, Sullivan descubrirá un mundo de tragedias y alegrías en donde el mayor descubrimiento está en su fuero interno: Sullivan es parte de aquella terrible y bella humanidad, y es a través del cine y de la comedia que logrará redimirse ante la inevitable injusticia del mundo.

La experiencia fílmica, no obstante, no tiene por qué tener estas dimensiones universales. Crear una película, después de todo, es una experiencia privada, una visión personal y única que debe ser conciliada con el resto del equipo de producción. Dramas personales, complicaciones laborales… Fellini, con su Opus magnum 8½ trata la banalidad de la creación de una película con tal sutileza y elegancia que es imposible no sentir piedad por Guido Anselmi, un director cuya fuente de ideas se ha agotado mientras se tortura día tras día con la siguiente pregunta: ¿de qué vale la pena hablar en el cine?

El origen y la naturaleza del arte tras el cine son quizá cuestiones insolubles. Cineastas y cinéfilos las han explorado en estas y muchas otras películas sin llegar nunca a más que una parcial solución. Desde Birdman hasta The Purple Rose of Cairo, pasando por Persona y All About Eve, solo nos queda seguir este camino, viajando a través de la historia, de lo que nos hace artistas, de lo que nos inspira a escribir, filmar y actuar. No es un examen exhaustivo, no es una guía hacia la inspiración y sus secretos, pero recorrer las reflexiones de los grandes maestros puede, con un poco de suerte, hacernos entender que el cine, más que una industria, es un arte.

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