Sobre textos de opinión «online» (como este)


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literalSiempre hay algo de osado al levantarse de la cama o banqueta donde se ha dormido y entrarle al ejercicio de escribir. Quizá sean inherentes dosis de necedad o una especie de optimismo masoquista. Tal vez se trate de un tipo de resistencia ante el silencio tanto efímero como eterno o puede que el tema pase por un deseo insolente de arriesgarse a expresar la forma de ver los acontecimientos que suceden en el mundo; o por qué no: quizá sea una rebelión y curiosidad conjuntas que buscan escudriñar la realidad que se nos presenta muchas veces sin siquiera un grado de ternura. Quien escribe desde la sinceridad escribe porque sí, porque lo necesita. Escribir es un acto que, sea como sea, busca trascendencia pero nos confronta con nuestra inseparable soledad.

Leer es, por su parte, un ejercicio quizá más arriesgado, pero también más placentero. Y con esto evidentemente no hablo de considerar la lectura como un hobby, pues tal y como este servidor la entiende, si bien hay un placer cognoscitivo en ella, es un rito de seriedad, de nutrición, de auto-confrontación. Por eso es que en el acto de leer vale más la calidad que la cantidad. No hablar de cuánto se ha leído, sino de qué, cómo y bajo qué criterio se ha llegado a esos textos.

Pero volvamos ahora a la acción que representa escribir. A ese rito de expresarse porque es necesario. Porque la existencia nos hace gritar. Porque la ficción política en un país como este nos somete y busca silenciarnos. Por eso note usted cómo —buenos y malos, genios y mediocres— por estas latitudes cada vez es mayor el número de aquellos que desean plasmar sus ideas desde la subalternidad, reconociendo el poder de la palabra escrita. Y es aquí y ahora, en la era de la pantalla, de las cápsulas informativas y del internet donde se abren espacios que reconocen la necesidad del filo metódico y de estimular el desarrollo de conciencia crítica en la colectividad social. Así es, pues, como la web ha llegado a concretar su diversidad ya que se puede circunscribir a conformar un nuevo opio y ser el psicólogo para muchos, o por otra parte, ser la herramienta política y de conocimiento. Elija usted cuál le gusta más o quédese con ambos, si desea.

Claro, debemos ser cuidadosos con la multiplicidad de opinión que brota en esta era, pues el riesgo de que cualquier merolico oportunista se convierta en líder de opinión, tergiversando esa propuesta de apertura que formula el pensamiento posmoderno, está latente aunque tampoco se trata de algo nuevo, tampoco del fin de la especie.

En esta modernidad líquida, como bien la define Zygmunt Bauman, se deben afilar los métodos de discernimiento y crítica respecto a toda esa información que desborda y nos trasciende de forma global. Habrá que vitaminar nuestro sistema nervioso para no caer en un ataque de neurosis con cualquier panfleto o neoversículo de purismo cristiano que veamos por la red. La evidente apertura para escribir, por dicha, continúa abriéndose; pero también debemos concientizarnos sobre la responsabilidad que conlleva. No está de más decir que para nada cae mal considerables dosis de fuerza, estética, honestidad y riesgo en quien escribe artículos aunque sea en internet (y eso ya es bastante). Los textos de opinión, y en general la palabra escrita, tienen ya un considerable tiempo de vivir una nueva etapa en un contexto online, donde existe un evidente riesgo que no podemos tomar a la ligera.

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