Los ojos de lo insano (una reseña descarada)


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal.jpgHe decidido escribir una reseña acerca de Los ojos de lo insano, de Pep Balcárcel, y he de confesar que me siento un tanto intimidada hablando como crítica de una persona que admiro profesionalmente. Pep, que los eufemismos y la prosa púrpura me acompañen y que me bendiga tu retuit.

Desde que era estudiante de Letras, he escuchado cómo la Editorial X se alimenta de controversia. Sin mayor información de contacto, sin página web, sin rostro corporativo ni micro videos en sus redes sociales, la e/X funciona porque tiene un pacto con sus seguidores, una especie de culto a la desfachatez. Mientras se publican en “prestigiosos” sellos las novelas de un poeta inglés en una intriga medieval o las desventuras de tal Moyas perdido en París, la e/X pretende algo completamente opuesto. Sus obras son relatos urbanos, crudos, violentos y adornados con todos los términos escatológicos que contiene el diccionario. La e/X es un signo contracultural: una insolente ruptura de la literatura como objeto de ensoñación. Sus relatos no se inspiran, sino que más bien se sufren.

Los ojos de lo insano comprende quince relatos y tres poemas que dividen las etapas del libro. A esto se añaden nueve canciones sugeridas para acompañar al texto, por artistas como Megadeth, Misfits, Joy Division, La Coka Nostra. En una iteración más perversa de la caída de Alice tras el conejo blanco, el lector se traslada a un reino oculto donde lo absurdo es la norma: frenéticas sesiones de alcohol y drogas, sexo empapado de culpa, violencia escabrosa y un prevalente aroma de heces. Los protagonistas se tambalean a lo largo de esta ciudad oscura, sucia e indiferente pero dolorosamente real. Intentan reconstruir sus identidades a partir del desencanto que invariablemente acompaña al amor, la fe o la poesía. En el fondo, siento que es la soledad, en diferentes cuerpos y vicios, la que protagoniza esta colección de relatos. Ella alcanza el revólver o aspira otro lineazo para pasarse la confusión. El escritor, su máscara favorita, representa la búsqueda infructuosa de una audiencia, o peor aún, de una voz y una intención. Los poemas sugieren un eco del hombre como artista, peleando contra su hambre y su miedo.

Los relatos no exceden las cinco páginas, pero coincidentemente su acción transcurre a razón de segundos, en el tiempo esencial para un disparo. Después y Lie to my face reconstruyen crímenes que redimen a sus víctimas con la muerte fácil, la venganza expedita. Otros cuentos, como Nightmare o La otra vida representan descripciones asquerosas, personajes sin propósito y acciones sin final: son la escena de un asesinato narrativo. La belleza, en la dimensión narrativa de Pep, es un escondite para la podredumbre; la justicia, una conveniencia; el futuro, un espejismo publicitario. Reconozco en muchos de estos relatos el hastío del periodista que resume en un espacio de doscientos caracteres o veinte segundos una nota roja. Es un instante surreal en que la muerte se vuelve tan banal como el alza del yen o el divorcio de una actriz hollywoodense.

Los ojos de lo insano cumple a cabalidad con la misión poética de la e/X. Es un libro que reclama a su lector como testigo de un suicidio, a medida que los mismos personajes y argumentos se destruyen implosivamente. El mismo lenguaje, indiferente, coprológico y confesional insinúa una conexión muy privada del autor con el texto, como si su lector fuese quizás un intruso. Pero claro, esta literatura existe para recordarnos que la razón real de crear es para sentir. La paranoia, el dolor, el desencanto y el pánico muchas veces pueden llevarnos a descubrir verdades difíciles y necesarias. Es como una pesadilla convertida en augurio, un poema desfigurado en gritos, un beso traducido en quince impactos de bala.

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