Seamos intensas


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalSi algo me trataron de enseñar desde niña era que los hombres y las mujeres éramos iguales en derechos, pero que a la vez éramos diferentes, aunque parece que la primera parte de la enseñanza no le llegó a todas las personas que debió llegar. Empiezo así mi artículo porque recientemente me han dicho que soy “intensa”, algo que dentro del spanglish panameño sería también una persona “annoying”, es decir, molesta. Alguien que fastidia.

En cualquier otra circunstancia me hubiese importado un comino si no fuera porque estas mismas personas que lo dicen ni siquiera me conocen (y yo tampoco a ellos) y sus referencias sobre mí se sustentan en eventos de corte social en donde me han escuchado criticar desde la corrupción y la partidocracia hasta el machismo impregnado en nuestra sociedad, temas que, modestia aparte, manejo y me gusta refutar ya que me niego a pensar que de esta forma es a la que me debo acostumbrar vivir el resto de mi existencia en este planeta.

Para agregar una cerecita a este pastel me remataron diciendo que talvez el problema no era tanto lo que decía sino cómo lo decía, que mi tono de voz era beligerante, como si lo que estuviese diciendo fuese muy serio. Es aquí donde tomo diez segundos para respirar hondo y digerir que en realidad mi problema no es que soy molesta, sino que soy una persona convencida en lo que cree y pelea, y que además el ser mujer y tener convicciones es un problema para gente que regularmente necesita que le digan qué pensar y que además están acostumbrados a que las mujeres no hablemos con la misma fuerza con la que se expresan los hombres, porque obvio, ellos suenan como personas seguras y con actitud, en cambio las mujeres sonamos histéricas y controladoras; es decir, intensas.

Después de ocurrido esto se los comenté a unas amigas y lo que me dijeron fue que no solo les había pasado cosas similares en algún momento, sino que además en muchas ocasiones esto había interferido en sus trabajos. Una de ellas me contó la historia de una profesora que trabaja con ella y cómo se le catalogaba de “intensa” porque a ella le gustaba dar sus horarios de clases completo, no empezaba ni terminaba con un minuto más o minuto menos: su horario de clase se cumplía a cabalidad. Esto que debería ser la actitud normal de cualquier profesor resultaba entre sus colegas como fuera de lugar, por lo que resultaba que esta mujer era “intensa”.

Otro caso que me compartieron fue cómo una vez discutían entre colegas sobre un hecho desastroso que ocurrió en Panamá hace unos años en un centro de reclusión de menores: unos policías habían quemado vivos a unos muchachos mientras lo filmaban y se reían de lo ocurrido. La discusión se centraba en que unos maestros aprobaban esta sentencia a muerte tan dolorosa mientras que mi amiga intentaba hacerlos entrar en razón. Por su experiencia y trabajo de campo conoce que las situaciones en centros penitenciarios son precarias, que muchos de los que se encuentran privados de libertad fueron víctimas también de las circunstancias y que sobre todo son humanos, y ningún humano, por ninguna circunstancia, debe ser condenado a morir entre las llamas. Mi amiga me contó que dicha discusión se agitó más de la cuenta, personas que en teoría son como segundos padres y madres de jóvenes estaban de acuerdo de lo que había sucedido, el pensar que existían errores y que debe haber segundas oportunidades era inadmisible, y en la desesperación mi amiga, que no solo es maestra sino también madre, empezó a llorar porque dentro no podía entender cómo alguien puede estar de acuerdo con el sufrimiento humano. El verla llorar causó tal impacto que solo una persona se atrevió a acercarse a ella y decirle “bájale, no seas intensa”, como si sentir e indignarse fuese algo malo.

Y es que parece que sí: sí vivimos en un mundo que considera que una mujer apasionada, con sentimientos, convicciones, metas y compromiso es un ser molesto porque no se va a quedar callada ante una injusticia o no dudará en hacer lo que considera correcto. Yo propongo que dejemos de escondernos. ¿Y qué si nos llaman intensas? Seré intensa porque hay otras que ya no tienen voz o porque tengo que decirlo, seré intensa porque cumplo con mi trabajo y no tengo miedo. Digamos en alto y con orgullo que somos intensas porque solo las mujeres intensas, las que se han atrevido a hablar ante los más oscuros capítulos de nuestra historia, han sido las que han hecho la diferencia. ¿Y qué si me llaman intensa? Lo seré y con orgullo, aunque esto signifique no agradarte o que se me erice la piel de la rabia o se me llenen los ojos de lágrimas. Sí, ¡voy a ser intensa! Porque basta de callarnos y que nos callen, porque basta que nos maten y humillen, porque basta que nos victimicen y sometan. Sí, ¡vamos a ser intensas! Lo seremos hasta que serlo no signifique que defenderse sea un derecho exclusivo del patriarcado. Lo seguiremos siendo más allá de lo que se espera, hasta que se erradique lo peyorativo en el hecho de ser “intensa” y simplemente se diga que se es una mujer con convicciones; o mejor decirlo sin tanto adorno: que se es humana.

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1 Respuesta a "Seamos intensas"

  1. Seamos intensas como las grandes. Son las únicas que permanecen en la historia y sobre todo – la han cambiado.

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