El futbol se viste de negro


El futbol a veces nos hace reír a carcajadas, a veces nos hace gritar, y algunas otras, llorar. Pero las lágrimas casi siempre son efímeras, y la promesa de mañana permanece intacta.

No así para el Chapecoense, que el martes libró su última batalla.

Los deportes son una de esas cosas que, por absurdo que parezca, calan hasta el alma. Ser fanático no es solo prender la televisión de domingo a domingo para ver a once camisas del mismo color intentar derrotar a otro equipo, no, ser fanático es conocer a los jugadores, sus historias, es contar puntos y preocuparse por fechas. Es alegrías y tristezas, aunque una tragedia como esta haga todo eso superfluo.

Yo, por ejemplo, no soy fanática del Chapecoense. Es más, su nombre solamente se me hacía conocido antes de la tragedia porque recién derrotaron a San Lorenzo de Almagro, un equipo con bastante más trayectoria, en la semifinal de la Copa Sudamericana. Y yo, pues, yo soy una fanática. No solo de un equipo, sino de un juego.

El futbol creció conmigo y yo crecí con él. Aprendí a quererlo mientras Maradona hacia a los argentinos soñar y Brasil ganaba la final del Mundial por penales. He seguido muchas ligas y soy dueña de muchísimas camisetas. Y es por eso que hoy mi corazón está roto. Es por eso que me he encontrado a mí misma al borde de las lágrimas en diez ocasiones diferentes.

Los deportes unen a la gente –y la dividen también ̶ , en líneas claras de preferencia. Pero la tragedia de Chapecoense va más allá de a quienes íbamos en la Sudamericana. La tragedia del Chapecoense nos recuerda lo que somos como personas.

Porque hoy –mañana y por el futuro cercano ̶, somos todos del Chapecoense. Hoy todos lloramos, no por lo que perdió el club, no por los partidos no jugados ni por los goles no anotados, sino por los hijos que quedaron sin padre, las esposas que más nunca podrán ver un campo de futbol sin recordarse de lo que perdieron y los padres que nunca soñaron que un sueño podría tornarse tan amargo.

Las palabras no sirven de mucho y, sin embargo, todavía hay que decirlas. La vida es corta. Abracemos a nuestros seres queridos. Digamos una oración por aquellos que no tiene ya la oportunidad de hacerlo. Y, la próxima vez que miremos el futbol, lloremos, gritemos, pongámonos felices, pero recordamos que la vida es más que el futbol y la vida… la vida continúa. Aunque nuestro equipo pierda.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior