Corrupción, inoperancia y bajas expectativas


El ciclo de las noticias parece repetir lo mismo cada día. Fulanito se robó X cantidad de dinero del pueblo en X lugar —repítase ad nauseam en casi todos los países del mundo—. El gobierno de X lugar no hace nada, las instituciones no funcionan, el país está al borde del colapso. Esto ocurre todos los días, sin falta. No importa dónde estemos.

Muchas conclusiones hay para sacar de esto. Demasiadas. Pero la más clara y preocupante tiene que ver con el hecho de que por más que las noticias se repitan, y por más que no hayamos encontrado una solución a estos problemas, en general, a menos que las cosas estén escandalosamente mal, nadie —absolutamente nadie— dice nada. ¿Será que no nos importa? ¿Acaso estamos tan acostumbrados al status quo que ni siquiera se nos ocurre la idea de oponernos? Las dos respuestas son adversas.

Si no nos importa el día a día de las instituciones que gobiernan el país en que vivimos, ¿cómo podemos pedirle a las personas a cargo que sean mejores, que trabajen por los más necesitados, que piensen en algo más que rellenar sus propios bolsillos? Si estamos tan acostumbrados a cómo son las cosas, que nuestra única respuesta cuando nos informamos de algo malo es un leve fastidio, entonces ¿cómo podemos esperar que las cosas alguna vez mejoren?

Cambiar el mundo, país por país, es casi imposible; pero si a una idea de por sí complicada le añadimos la desidia del que debería estar monitoreando los avances del día a día ¿entonces para qué trabajar?

Talvez ninguno de nosotros quiera ser político —la política es una guerra donde, casi siempre, queriendo o no queriendo, uno termina lleno de lodo— pero eso no significa que al sustraernos de la posibilidad de un cargo público renunciamos a la opinión sobre los que sí eligieron ese camino.

El silencio nos hace cómplices de la corrupción, de la inoperancia. La democracia es un sistema de gobierno que requiere nuestra participación, ya sea directa o indirecta. ¿El país va de mal en peor? Pues quizás no sea nuestra culpa, pero gritar en alto, protestar, proponer soluciones y señalar a los culpables, eso sí es nuestro trabajo. Más que eso, es nuestra responsabilidad.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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