¿Es obligatorio leer autores nacionales?


María Alejandra Guzmán_ Perfil Casi literalAunque en literatura nada debiese ser una imposición, me sorprende cómo algunos falsos nacionalistas  consideran que cualquiera que se considere a sí mismo una persona culta está obligado a  leer obras  escritas por autores de su país de origen, por una mera cuestión de identidad nacional. Esto ocurre a menudo en Guatemala.

Según esos falsos nacionalistas, no importa que a los guatemaltecos les interese poco o nada que la elección de magistrados no sea transparente o que el Congreso esté atestado de incompetentes que fueron electos en forma «democrática», pues todo aquel que se considere buen guatemalteco debe haber leído ciertas obras literarias que por lo regular están enumeradas en los libros de texto para estudiantes de primaria o en alguna nota periodística publicada en cualquier medio informativo local.

Dichas listas son encabezadas generalmente por Miguel Ángel Asturias, Enrique Gómez Carrillo, Flavio Herrera, César Brañas, Virgilio Rodríguez Macal, Augusto Monterroso, etcétera. Por cierto, en estos listados casi nunca figuran autoras, pero dejaremos ese tema para otra ocasión. Regresando al punto inicial, si un guatemalteco osara afirmar que nunca ha leído alguna obra de estos literatos, podría ser tildado de ignorante, inculto y apátrida.

En columnas anteriores y en publicaciones en redes sociales he afirmado varias veces que no estoy obligada a leer autores nacionales. Por supuesto, esto no significa que demerite la producción guatemalteca, sin embargo, considero que nuestro acercamiento hacia las letras no debe ser motivado por criterios esnobistas o por una especie de obligación derivada de un falso nacionalismo, sino más bien debe ser estimulado por un afán espontáneo de explorar la literatura per se.

Por otro lado, hay quienes aseveran que leer autores nacionales es parte de una reafirmación de nuestra identidad nacional. Estoy parcialmente de acuerdo, puesto que considero que este tema no compete exclusivamente al ámbito literario ni a ningún otro que se vincule con el arte. Hablar de identidad conlleva adentrarse en la comprensión de cada uno de los eslabones que conforman nuestra historia, esa que tantas veces ha sido mutilada y tergiversada.

Desde luego, si hablamos de una novela como Los falsos demonios de Carlos Solórzano, los cuentos de Monterroso o las obras de teatro de Manuel Galich, podemos hallar en ellas retratos literarios de nuestra historia desde una perspectiva bastante humana; no obstante, nadie está obligado a leer literatura guatemalteca por el simple hecho de haber nacido en Guatemala. Eso es tan absurdo como pretender obligar a leer El Quijote a un español por una cuestión de identidad nacional.

No obliguemos a las siguientes generaciones a acercarse a las letras guatemaltecas en nombre de un falso nacionalismo. Más bien, eduquemos a nuestros niños y adolescentes desde una perspectiva incluyente, equitativa y abierta, donde la literatura y el arte sean caminos y no obstáculos para una comprensión histórica más profunda y objetiva.

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