El país de los cuentacuentos


André González_ Perfil Casi literalAsí aprendí la estructura del dialecto original, que es algo muy distinto a hablar simplemente en dialecto; sobre todo adquirí la estructura de una lengua primordial, íntegra, que te permite en todo momento inventar expresiones con total libertad.

El país de los cuentacuentos, Dario Fo

¡El mundo de las palabras! ¡Qué maravilloso y extenso! Tantas cosas se pueden hacer si logramos ponerlas en el lugar preciso. Son como flores para regalar, debemos tratarlas con sumo cuidado. Algunas son frías y duras pero necesarias. Bien acompañadas pueden volverse sublimes y llegar a endulzar los momentos más tristes. Para ellas no existen las fronteras: las palabras viajan en el viento, logran atravesar valles, cruzar de un país a otro. No son un equipaje pesado cuando se está de viaje, muchas de ellas llegan a las bocas cuando son necesarias. Algunas se encaprichan, quedan tan pocas palabras, pero siempre las necesarias para externar las emociones y sentimientos. La riqueza del lenguaje está presente en cada línea, al igual que el ingenio.

Dario Fo nos sumerge en ese mundo. Lleva de la mano al lector por el norte de Italia, dice sin decir: «te contaré algo». Sus palabras son como un hilo de colores que nos guía por regiones mágicas. Los momentos más difíciles llevan tanto humor que es posible llegar a verlos como divertidos, una pena pasajera, sin mayor trascendencia. Esa manera de contar que tenía Fo parece una melodía silenciosa que lleva el ritmo de cada letra que, cuando se junta con otras, maravillan.

La región donde se desarrolla la historia es la parte que hace frontera con la Suiza de habla italiana. El mundo alpino, entre picos nevados y glaciares, grandes lagos, valles y bosques. Los dialectos del italiano varían de un valle a otro, de un pueblo al siguiente; los ríos también son fronteras lingüísticas, en sus aguas fluyen las palabras, del norte al sur o a la inversa. El Lago Mayor juega un papel importante, al otro lado está Suiza, ese vecino del norte donde todo parece diferente y mejor.

En El país de los cuentacuentos, la frontera entre la realidad y la fantasía no existe. Son una misma o llevan tanto tiempo mezcladas que no puede vivir una sin la otra, esa manera de contarnos su infancia y adolescencia donde la risa que provoca es desbordante. Esta muchas veces se acompaña de lágrimas por ver tan lejano el paraíso de la niñez.

Hermosa ignorancia de la infancia que hace buscar lo imposible y no ser conformistas. Su padre trabajaba como jefe de estación de los ferrocarriles italianos, lo cual era un motivo para que la familia Fo tuviera que mudarse cada cierto tiempo. Ese vagar por tierras del norte le aporta muchos de los elementos que harán de este autor un artista de la palabra escrita y hablada.

Dentro de todo este mundo de ensoñaciones la crítica social es constante. El autor muestra poco a poco cómo se van gestando sus inclinaciones políticas. La represión del gobierno fascista de Mussolini, la huida de anarquistas italianos a Suiza, en la cual su padre es parte fundamental. Los años de la Segunda Guerra Mundial, la debacle de un sistema y su creador, la penuria en que llegan a estar sumergidos los habitantes de un país. Esto es presentado con una mirada de adolescente, ese tiempo de peripecias para escapar de participar en la guerra, ese monstruo que devoraba no solamente a Europa. El ser tan perspicaz lo salvó de la muerte segura en algún frente. Dentro de todas esas penalidades que se suceden luego de su alistamiento forzoso en el ejército italiano y su fuga definitiva hasta el final de la guerra, lo irónico y satírico lo acompañan sin cesar, siempre serán sus compañeros de lucha en el mundo de la creación por medio de la palabra.

Después el regreso, tan justo y necesario, el reencuentro con los padres y hermanos, la visita al abuelo que lo llenaba de tantos conocimientos, el seguir andando para recoger la cosecha de palabras. El viajar ya no solamente con los verbos, ver el extranjero y maravillarse con todo aquello, guardarlo en pequeñas partes para que nazcan historias. El nombre Dario Fo estará ligado a la risa que al mismo tiempo hace volar creando surcos y sueños en el cielo, diciendo bajito y con mucha complicidad: «contémonos un cuento».

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4 Respuestas a "El país de los cuentacuentos"

  1. Tito M. R. dice:

    Para Vicente Aleixandre y para Hermann Hesse la infancia es el paraíso. Usted, ¿qué opina?

    Sus artículos son excelentes. Gracias por ellos.

  2. André González dice:

    Creo que lo mismo, la infancia es el paraíso en la tierra. Muchas gracias por apreciar mis textos.

    1. Tito M. R. dice:

      Pero la infancia termina, ¿no es cierto? Sería un paraíso finito. ¿Estaría de acuerdo en pensar la literatura como el esfuerzo que hacen los poetas por regresar al paraíso, es decir, a la infancia?

      «La literatura es la infancia por fin recuperada», dice Georges Bataille. (Es el epígrafe general para La infancia recuperada, de Savater).

      ¿Usted cree que a la infancia la define una presencia, la de una persona, por ejemplo, o la indiferencia hacia los problemas y los errores que luego van haciendo «madurar» a las personas?

      Gracias por su respuesta.

  3. André González dice:

    Regresar a la infancia es necesario, de cierta manera eso sucede al final de la vida. La infancia es muy diversa y se define por las circunstancias o lugar donde se esté. La infancia debe ser la época o período de soñar y hacer, después seremos mayores pero soñando.

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