Transitando entre la fuerza y la derrota


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literalEn un momento histórico que avanza entre el hastío y la ansiedad social quizá no sea un acto exagerado catalogar a estos tiempos como la época olvidada de la historia, en los que se transita sin mayores convicciones ideológicas dentro de relaciones sociales mercantilizadas, afectos tibios, actitudes sociópatas y conformismo psicosocial. No es casual que cada vez se necesiten más fármacos para llegar al día siguiente. No es coincidencia ver tantos rostros expresando tedio y malestar en cualquier medio de transporte colectivo. Pero bueno, recordemos que el «progreso» junto con algunos movimientos culturales hizo posible postrarse frente a una pantalla o adscribirse a cualquier rebeldía-RBD sin causa para aislarse y no pensar demasiado en posibles soluciones.

Los resabios de la conquista continúan allí presentes. La invasión a América significó setenta millones de muertos, es decir, más de los que causó la Segunda Guerra Mundial aunque no hagan tantas películas al respecto.

En Guatemala la contrainsurgencia ha desquebrajado el diálogo dentro de los mismos movimientos sociales y es así como en el discurso se dan apologías a la diversidad pero, en paralelo y paradoja, todo lo que difiera a las ideas de ciertos círculos es de antemano descalificado ya que muchos grupos, en teoría contra-hegemónicos, han optado por el ensimismamiento. Mientras tanto, los órdenes jurídicos, mercantiles y morales construyen y ratifican continuamente el sentido común de la mayoría.

Pero claro, a pesar de encontrarse en medio de un entorno mórbido, la especie humana continúa luchando por existir y se enfrenta a la cruel disyuntiva ante la posibilidad de parir hijos en un mundo de barbaries y recelo global. Y es que a pesar de todo, la vida —sí, la vida misma—, que no es lo único sino todo lo que tenemos, puede ser digna de ser vivida. Puede y logra tener momentos excelsos. Entonces la voluntad de poder de la especie aún logra imponerse y vienen chicos al mundo a cuya inherente angustia existencial habrá de sumarle —consciente o inconscientemente— una especie de angustia extra por formar parte de este orden-mundo deliberadamente hostil.

¿Cómo caminar, entonces, por ciudades inmersas en esto tras haber adquirido conciencia de los diversos vejámenes sistémicos? ¿Cómo avanzar tras haberse deconstruido a sí mismo sin expulsar violencia y rencor por doquier? Solamente con un posicionamiento desde la fuerza que reconozca que, más allá de la deconstrucción de imposiciones, se debe apostar por un ejercicio emancipador que trascienda los ánimos de resentimiento y rebaño tan presentes hoy en día. Por ello es que caminar por las calles significa una batalla. Conducirse desde una concepción ética ante un entorno hostil representa demostrar(se) que es posible resistir de una u otra forma a los preceptos y a todas las voces que invitan a ceder y dejarse llevar por las invenciones más desproporcionadas que nos alejan de reconocernos como humanos.

En tiempos donde el estado de las cosas es conformado por una irracionalidad transformada, sistémicamente en la racionalidad uniforme y sentido común toca agudizar nuestro criterio y creatividad para reivindicarnos de alguna forma, y además, sobrevivir. Claro, puede que cada vez exista menos coraje para ello, pero si el arrojo llega a abandonar recordemos que existen metanfetaminas para cuando la derrota abraza. Y es que hay, también, quienes al inhalar algunas líneas más que el levantón añoran el sueño que le sucede y que trae consigo horas de olvido, y aunque eso para algunos sea cobardía, también es cierto que simboliza un acto profundamente poético para intentar sobrevivir en tiempos como los actuales.

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