De barcos y palabras


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalAsí como mujer no es sinónimo de ser madre, ser madre tampoco es sinónimo de reproducción. Con el tiempo se ha afianzado en mí que las palabras importan. Por ejemplo, feto no es sinónimo de bebé ni esperma es sinónimo de paternidad. Los pensamientos reduccionistas hacen ese tipo de relaciones perversas en las palabras. Otro ejemplo: aborto no es sinónimo de asesinato. Ni siquiera en el diccionario de la santa Real Academia Española lo encontrarán así.

Las palabras, tan ninguneadas por estos lares, tienen su propia fuerza y peso. Las palabras nos forman, nos educan, nos reprimen, nos juzgan, nos limitan o nos liberan. Por ejemplo, la palabra mujer, si se busca en el tan aclamado diccionario, resulta que es una cosa amorfa si no es que se define como «esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja»: un enrollo de palabras que nos define en subordinación y consecuencia de otra persona, que se supone por regla que se trata de un hombre.

También resulta que mujer libre es falsamente sinónimo de mujer peligrosa, y para muchos eso no debe ser así. Porque ya lo dice la Biblia: «Esposas, sométanse a sus esposos, pues este es su deber como creyentes en el Señor»[1], y luego Pablo le dice lo mismo a los esclavos, ya que sigue la misma línea de discurso sobre hombres amos y con poder sobre otros en un sometimiento claro.

Y cito la Biblia no porque crea que da soporte a la discusión sino porque tenemos que entender que las políticas públicas y el desarrollo en todas las áreas están atravesados por la religión cristiana, que tiene ese poder de inclinar balanzas. Ahora, la palabra someter tiene un par de acepciones interesantes, una muy cruel: «sujetar, humillar a una persona, una tropa o una facción», en ese lenguaje bélico que dicen que es propio de la masculinidad; y otra que se contradice a sí misma: «conquistar, subyugar, pacificar a un pueblo, provincia, etc.». ¡Vaya! Esa idea retorcida de pacificar pueblos mientras se destruyen. La ley del más fuerte, la historia bélica de la humanidad tradicionalmente narrada por hombres.

La cuestión es que las palabras tienen fuerza. «A la mujer se le somete», «la mujer debe estar sujeta», y qué mejor manera de sujetar y someter a las mujeres al decirles cuándo, cómo y dónde deben asumir «su rol de madres» o tener relaciones sexuales. Antes me hacía mucho ruido ese lema feminista que exige «Saquen sus rosarios de nuestros ovarios», pero ahora entiendo que esos rosarios y demás oraciones siguen ahí, incrustados por tradición en los cuerpos de las mujeres.

Ya lo han dicho otros. El barco de Women On Waves, al que pronto se le nombró «el barco de la muerte» en una reducción amarillista intencionada, partió pero nos dejó expuestos temas que aún no resolvemos. Lo que sigue invisibilizándose es la capacidad que tenemos las mujeres de decidir por nosotras mismas acerca de nuestros cuerpos, si tuviésemos la información adecuada y la violencia que eso significa.

Luego aparecen comentarios como el de Estuardo Zapeta: «#SFAborto Disculpen feminazis pero desde el momento que ponemos el ESPERMA el tema del aborto se convierte TAMBIÉN en tema de hombres». Aparte de que ese tuit es violento y desinformado viniendo de un antropólogo y comunicador, me pregunto qué tanto se practica la paternidad responsable (si se habla de los reproductores biológicos) que no solo abarca la fecundidad sino el quehacer doméstico, o si ya tendremos que plantearnos que los violadores reclamarán su «derecho de paternidad» en los más de 17,798 nacimientos[2] registrados en mujeres menores de 17 años a julio de 2016 en Guatemala.

Un mantra que se debe repetir hasta el cansancio es el que afirma que tener relaciones sexuales con un menor de edad es delito, algo que tampoco permea en la tradición ni en el imaginario colectivo puesto que resulta una práctica muy común violentar los cuerpos de mujeres, sobre todo si son niñas y adolescentes.

Me pregunto si algún creyente cristiano se ha cuestionado toda la violencia sexual contra las mujeres que se relata en la Biblia. Quizá si aún no lo han hecho es porque la lectura completa de su libro de cabecera ha sido muy superficial.

[1] Colosenses 3:18. La Biblia, Dios habla hoy (2005)

[2] Datos del Observatorio de Salud Reproductiva

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