Los semidioses (intelectuales) de Guatemala


César Yumán_ Perfil Casi literal(un-oh)

A pesar de todos los intentos fratricidas, parricidas, deicidas y suicidas —entre otros— que han surgido en Guatemala desde mucho antes de su fundación, ha florecido una generación combinada de semidioses del conocimiento. Estos intelectuales, como frecuentemente se autodenominan, son los encargados de llevar la difícil tarea de postear memes con frases que ni a los mismos autores se les hubiese ocurrido escribir. Asimismo, frecuentan tomarse fotografías en distintos lugares que al final resultan ser solo un bar tras otro o un cementerio lejano, sosteniendo el libro de un amigo que seguramente no han leído. No obstante, su mayor facultad consiste en saber qué es lo que culturalmente vale la pena visitar, ver, escuchar, disfrutar y, por encima de todo, leer. Por ello es que mucha gente espera con ansias la publicación de su obra de multi-autoría titulada Eso está sobrevalorado. Porque con esa sentencia ellos nos indican el camino.

Desde luego, es común que la arrogancia de las personas no nos deje ver que Guatemala es un lugar mágico ya que mientras en otros países las personas tardan años para convertirse en expertos acerca de algún autor, alguna temática o incluso de cierta corriente, en Guatemala solo basta que uno de estos genios decida leer un libro, si es aplicado, porque si no con ver un video en YouTube es suficiente para volverse un intelectual, un iluminado. Por eso no entiendo por qué la gente se preocupa por un sistema educativo en crisis si estamos rodeados de gente que no necesita eso, solo precisa hacerse visible en los medios y entre un séquito de creyentes (otros intelectuales) para poder impartir sus dogmas… ¿De qué sirve la academia y el autodidactismo con gente así?

(d-oz)  

La parte anterior podría considerarse una nota de El Deforma o El Espurio, sin embargo no es así. Para entender un poco mejor la concepción de intelectuales en Guatemala examinemos el caso de Sin Nombre Ni Amigos, quien ha leído todos los libros de Luis de Lión, los ha analizado y ha escrito una tesis de pregrado sobre su obra, incluso le ha dedicado un seminario. Además, ha contrastado sus ideas con las de otros estudiosos del autor y ha publicado algunos artículos en revistas internacionales, justamente donde también han publicado a Sin Amigos Intelectuales, una persona que ha leído a Luis de Lión por años y se ha educado de manera autodidacta y en distintos talleres esporádicos esparcidos por la ciudad en ruinas.

Definitivamente, Sin Nombre Ni Amigos y Sin Amigos Intelectuales están lejos de ser expertos en el mencionado escritor, pero evidentemente están más cerca de serlo que Carlitos Žižek o Camila Nietzsche, quienes únicamente han leído El tiempo principia en Xibalbá (y solo se han sentido identificados con la transgresión religiosa sin siquiera aceptar que son creyentes a medias) y en un intento lastimoso han publicado fotos del libro con un hashtag que dice #TodosSomosLuis o algo similar. En los últimos años, el intelectual en Guatemala corresponde a una necesidad de sentirse diferente y ser popular por ello, porque ciertamente hay gente genuina que comparte fotografías de sus libros favoritos pero es desplazada por gente como Mario Kafka o Julieta Pizarnik, quienes continuamente inundan las redes sociales con sus ideas vacías (pero populares) y fotografías y videos de películas y libros que tal vez solo se empolvan en algún rincón de la habitación de sus padres o sus hijos o sus amantes o sus soledades ficticias. Asimismo, la única manera de destacar se traduce a decir que los demás no tienen por qué ser reconocidos. Por ejemplo, buscan quién es el autor o la película que los demás comentan de manera positiva para soltarles un «está sobrevalorado».

Esa sentencia se ha convertido en un himno para muchos, pero está gastada para otros que la disfrazan diciendo otras similares como «el Coelho de los hípsters». Todo esto genera un combate de egos que trasciende a nada esperanzador, pues su relevancia se traduce a que cualquiera puede ser un intelectual si es capaz de disfrazar su ignorancia a través de distintas falacias (para los que saben qué es una falacia; porque hasta esta palabra utilizan mal) y esto da como resultado lógico que la gente se preocupe más por la forma que por el fondo de sí mismos. El debate de forma contra fondo librado desde hace muchos siglos continua y al parecer estos intelectuales que orgullosamente se autonombran así —pensadores, escritores, filósofos, artistas en general— están centrando sus esfuerzos en el primero de estos elementos; es decir, se están convirtiendo en un significante conocido por todos pero que a la vez carece de un significado tangible. Porque si bien ni la academia ni el autodidactismo te hacen un experto, fingir que lo eres es aún peor. Así que ahora valdría la pena autoevaluarnos para saber si somos intelectuales o no. Personalmente, no me atrae la idea de ser un intelectual, pero cuidado porque puede que esto vaya a utilizarlo un intelectual. Aunque esa es una preocupación menor ya que la preocupación que nos debería dejar sin sueño es qué legado recibirán las generaciones siguientes.

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