La noche de los lápices y la hoguera de las niñas


dulcinea-gramajo_-perfil-casi-literalHubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad, guardaba todos mis sueños en castillos de cristal. Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor se fueron desvaneciendo como pompas de jabón.

Sui Generis. Canción para mi muerte

Hace unas semanas desempolvé un DVD que estaba atrincherado entre todas mis demás películas. Se trata de la cinta La noche de los lápices, dirigida por Héctor Olivera. No sé por qué motivo la había condenado al olvido, lo cierto es que ahí estaba y, para mi sorpresa, se trata de un filme que aborda los primeros meses de la última dictadura militar en Argentina. En él se narra un suceso real en el que siete jóvenes fueron secuestrados, torturados y asesinados por exigir el boleto estudiantil, es decir, una reducción en el precio del transporte para estudiantes.

Una de las escenas más desgarradoras de la película se presenta cuando estos chicos, a sabiendas de que no saldrían vivos y casi como último acto de protesta, valentía y rebeldía ante un sistema opresor e infame, comienzan a cantar desde sus celdas Una canción para mi muerte, del legendario grupo argentino Sui Generis, dejando en claro de esa manera que incluso en las cercanías de la muerte sus ideales permanecen firmes.

La mañana del miércoles 8 de marzo enciendo la televisión y haciendo zapping me encuentro con la noticia acerca de un incendio. Al principio no le pongo mucha atención, pero sucesivamente el horror se fue haciendo evidente: una infernal hoguera se desató en un aparente «Hogar Seguro» con nombre de Virgen y prácticas de infierno. En un cuarto bajo llave ardieron los cuerpos de niñas y adolescentes, aunque irónicamente las llamas parecieron ser reales solo para ellas porque, aunque se encontraban rodeadas de cuerpos de seguridad y de trabajadores de la institución, nadie hizo nada para salvarlas del infierno. Esto bien podría ser una macabra metáfora de la indiferencia instaurada en la mentalidad de una sociedad descompuesta desde sus cimientos.

Ante una tragedia que se pudo evitar, la sociedad esperaba respuestas inmediatas por parte de sus máximas autoridades dado que esta institución se encuentra bajo la tutela del Estado y está ligada íntimamente al poder Ejecutivo (la Primera Dama es una de las principales personas encargadas de velar por este tipo de instituciones), sin embargo, el señor presidente brilló por su ausencia, escudándose que andaba atendiendo asuntos trascendentales para la nación. Más tarde me enteré que dichos asuntos incluían contar moralejas en el interior del país e inaugurar una feria del empleo. En fin, todo resultaba un híbrido entre el horror y el absurdo.

Los chicos de La noche de los lápices murieron bajo la dictadura de Rafael Videla, mientras que las niñas calcinadas murieron bajo la dictadura de la estupidez, la ineptitud, la corrupción y la indiferencia. En estos tiempos democráticos se nos ha hecho creer que el enemigo contra el que luchaban chicos como los de La noche de los lápices ha desaparecido, sin embargo este enemigo ha sofisticado sus métodos al punto de hacerse invisible, llegando a un nivel de dominación sin antecedentes en la historia de la humanidad. Esto nos ha convertido en una sociedad miope y deshumanizada a años luz de salir del oscurantismo y la barbarie.

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