Panamá sin poesía


El 21 de marzo se celebró el Día Mundial de la Poesía. Lo sé porque me interesa saberlo, porque a pesar de que la poesía y yo nunca hemos sido tan cercanas como para poder sacar de mi pluma algo parecido a una rima, siempre hemos existido en la misma esfera desde que yo era una niña y mi mamá guardaba un libro de poesía en el carro para que leyéramos en los viajes largos.

Pero me pregunto: ¿alguien más en Panamá sabe cuándo se celebra? Por momentos, el martes parecía el secreto mejor guardado, o peor aún: el tema que a nadie le interesa. No hubo grandes celebraciones, ni un recital de poesía infinito —de esos con los que he soñado desde que por primera vez vi algo parecido en España— y ni siquiera una nota conmemorativa en el periódico en alusión al día. Y quizás en otros tiempos acerca de esto hubiera pensado que hay cosas más importantes que la poesía, pero en realidad ya estoy lo suficientemente mayor como para darme cuenta de que no es así: no las hay. Y aun si las hubiera, no significa esto que no podamos usar esta y otras formas de expresión para hacer que nuestras ideas lleguen más lejos.

Las artes —entre ellas la literatura y particularmente la poesía— son nuestra forma de expresión más importarte, pero en Panama, y crecientemente en muchos otros lugares, la poesía solo es apreciada acaso cuando hay que buscar una frase «bonita» para un anuncio o un póster. En la escuela, si acaso, se memorizan un par de poemas durante toda la vida escolar, sin ninguna explicación acerca de su contenido o trasfondo. La poesía suele ser una tortura para los estudiantes.

Pero esta situación puede cambiarse con un interés real y con mucho trabajo. No solo con la ayuda del sector privado, sino además con el involucramiento del Instituto Nacional de Cultura, de los poetas y de todos aquellos que apreciamos los distintos tipos de manifestaciones culturales. Se tendrá éxito cuando se preste un mayor apoyo a los poetas nacionales con talleres literarios, clubes de lectura y concursos de poesía.

Mientras eso no ocurra, las artes —y en especial mi querida poesía, la de Bécquer, la de Neruda, la de mi infancia— no será más que algo que uno recuerde solo una vez al año: el 21 de marzo, a tiempo para presumir de una frase en redes sociales. Y talvez ni así.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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