Redes fantasmas te acosan sin darte cuenta y lo encuentras normal. Quizás ese estado en el que asimilas todo es el responsable de tu irresponsabilidad dentro del universo digital. Es ridículamente fácil aceptar que hay gente que conoces o desconoces, que se acerca a ti por lo que compartes en redes sociales. Te acostumbras incluso a pensar que hay alguien que te espía y esa idea te divierte…
Podría ser simple paranoia, pero cotidianamente lo único de tu vida que no está registrado (muy probablemente publicado) en una nota de voz, un video o una fotografía (puede que parodiado en un meme) es lo que deseas con tanto ahínco ahogar en tu memoria, en el fondo de tu órgano lírico. Es confuso este existir donde debes cuidar tanto el ser que proyectas… Y sea paranoia o no, es realmente triste que le des sentido a tu vida únicamente a través de los ojos de los demás, a través del conteo de tu impacto en una dimensión informática.
Si bien todos tenemos perfiles, amigos y «amigos», vale la pena que estés consciente de que también atraes o alejas personas que se encuentran fuera de internet… Porque hay seres que no se asoman a darte un like o a retweetearte o a suscribirse a tus estupideces, sin embargo, están ahí, fuera de todo este lenguaje de datos en que te sumerges para, a veces, ya no respirar.
Posiblemente algún día la carne en que te encuentras capturado envejezca y desaparezca, pero por el momento es tu principal medio para percibir y experimentar con los sentidos, con las estrellas, con las personas. Por ello, posiblemente no está de más enviar un recordatorio al universo de que eres un alma postmoderna, talvez hipermoderna, pero también carne y sobre todo luz incontenible tras tus ojos, así que no es necesario que pases todo el tiempo implantando en tu cuerpo aparatos externos como la computadora o el teléfono celular. Quizás al finalizar de leer este texto digital te animes a dejar tu lenguaje electrónico por un rato y respirar, porque a tu alrededor hay mucha vida que florece mientras la ignoras.
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