Entre mares: El embrujo de Shangai


André González_ Perfil Casi literalDe la Barcelona de la posguerra y la dictadura franquista a la luminosa Shanghai donde todo parece posible. El mar siempre presente: el Mediterráneo y el de la China Oriental. Dos ciudades costeras diferentes en casi todo, pero quizás los secretos que guardan las unen y nos las hacen más cercanas.

El embrujo de Shanghai es una estampa desplegable de lo desoladora que fue la vida para quienes perdieron la Guerra Civil Española y también esa parte llena de mística e historias inimaginables en las cuales se vieron envueltos los exiliados españoles en Francia. La ciudad lejana e impensable donde todo gira entre rascacielos, bares, hoteles, restaurantes, ajustes de cuentas y luchas de poder. Esto se une a los personajes de las dos ciudades. Shanghai pareciera tan ficticia como lejana.

Juan Marsé nos lleva por dos continentes y por dos mares. Por Barcelona y Shanghai. Mezcla las aguas de los mares en historias que parecerán imposibles pero que se tejieron en una realidad que existió a finales de 1940. Entre exiliados en el extranjero y los que se han ausentado de la vida cotidiana en una ciudad podrida, de mafias y con resistentes no solo de las guerras, sino también de amores, engaños, prostitución, alcohol, discriminación, pobreza y mucha oscuridad. Parece como si una nube de gas se plantase sobre la ciudad adormeciendo a casi todos sus habitantes. Una ciudad que espera volver a ver la luz y respirar aire limpio.

La novela está narrada en primera persona por Daniel, el protagonista, y todo lo sucedido en Shanghai y Francia en tercera persona por Nandu Forcat. A Daniel lo vemos recorriendo una parte importante de la ciudad mientras acompaña al capitán Blay. Un Quijote de la primera mitad del siglo XX. Se declara loco para poder hacer lo que se le pasa por la cabeza y de esa forma sobrevivir a Barcelona y todos sus males. Soñador infatigable, empecinado declarado, loco por elección, inadaptado para una dictadura y lo que esta representa.

Daniel pasa de lo irreal de las luchas del capitán Blay a la fantasía que se vive en casa de Susana, enferma de tuberculosis. Ella está recluida en una torre y eso hace entrar a Daniel en un mundo soñado. Susana y él son la muestra de lo fácil que es soñar y lo lejos que esto puede llegar. Despertar no es sencillo y conlleva muchos golpes que no son necesariamente físicos. Los héroes muchas veces son simplemente creaciones humanas. El Kim, padre de Susana, es el vivo ejemplo, provisto de todos los matices para ser embestido como tal gracias al ingenio de su amigo Forcat.

El embrujo duró varios meses. Ha sido un golpe muy abrupto para estos jóvenes despertar de los sueños que les aporta esa ciudad al otro lado del mundo. La vida real les espera después de ello. Luego de haber sido destapada la gran mentira creada por Forcat, los jóvenes se separan y sus caminos llegan a ser muy distintos.

Un rasgo constante en la novela es la pobreza y desigualdad que acechan por doquier. La ciudad condal tiene algo de mística, diferente y llamativa. No es la urbe multicultural que en la actualidad llama a millones de turistas cada año.

Se palpa la vida clandestina de los exiliados que regresan tratando de continuar una lucha perdida demasiadas veces. Tiene aires de novela policiaca mezclados con hechos históricos y lo fantástico de la imaginación que nos lleva en barco hasta Shanghai, donde pareciera que seguimos los pasos de una personaje que nunca llegó ni tan siquiera a pisar el muelle del puerto. Al constatar que todo es una farsa pareciera que se despierta de la idealización de la adolescencia para entrar en la vida adulta.

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