De desconsuelo y piel arrebatada


Jimena_ Perfil Casi literalPor las niñas de Guatemala (nos faltan 42).

La semana pasada la sociedad guatemalteca vivió en un estado de shock. Iba en mi auto escuchando las noticias y pude percibir el horror del locutor al narrar el video que veía en la cabina. Me preocupé, sentí un golpe en el pecho cargado de ansiedad. Al llegar a mi casa y ver las redes sociales, me encontré con el video que exponía a un automóvil color gris pasándole encima, literalmente, a un grupo de adolescentes. Luego vinieron las fotos, los detalles, etcétera: un acto atroz sin ningún tipo de justificación. Con el paso de los días pude observar y escuchar muchas de las opiniones que de forma preliminar habían sido empáticas con la madre de la víctima o los jóvenes que se encontraban manifestando sobre la calzada San Juan para exigir que el Ministro de Educación, y en general este sistema que los relega u olvida, los escuchara. Los comentarios se tornaron más crueles, despiadados y sobre todo cargados de ignorancia. El hígado y el corazón empezaron una ardua tarea casi de sobrevivencia.

Hacía unas cuantas semanas habían monstruos vociferando y justificando la muerte de 41 niñas calcinadas, hoy veíamos a jóvenes y jovencitas ser arrollados con alevosía. Algunos se atrevían a justificar que pasarle por encima a un ser humano, a una adolescente, a una niña, era algo común de todos los días y un episodio al que cualquiera podría estar expuesto cuando se veda la libertad de locomoción. Así lo banalizaron, sí, en el pseudo país de las aberraciones. La opinión pública de muchos sectores era ahora la de condenar a la víctima y recibir en su seno al victimario.

La ignominia es dueña de Guatemala. Leer o escuchar comentarios que justifican lo ocurrido con un simple «Lo que hizo el conductor no está bien pero…» o «¿Para qué tapan calles? Así se les ensaña a no hacerlo…» y demás porquerías, únicamente refleja lo podridos que estamos como sociedad, lo interiorizado que tenemos el discurso de la clase dominante y cómo respondemos al orden mundial basado en la cosificación de la persona y la humanización de los objetos, sin cuestionar por qué la libertad de locomoción debería estar por encima del derecho a la educación pública de calidad, y no se diga, por encima del derecho a la vida.

Es curioso cómo muchas personas, quienes sin escuchar razón niegan el derecho de las mujeres al aborto y a decidir sobre sus cuerpos, sí avalan conductas de infinita bajeza como la cometida contra Brenda Domínguez o contra las 41 niñas del Hogar Virgen de La Asunción; cómo muchos se escandalizan con solo pensar que la estructura familiar aprendida dentro de la hetero-normatividad podría alterarse para dar paso al matrimonio igualitario, razonando según la lógica del dinero y del poder, inclusive sin saberlo.

La infamia es dueña de Guatemala. Históricamente, la clase dominante ha endeudado al país a cambio de la construcción de caminos y carreteras con el fin óptimo de que su producción pueda tener las vías necesarias para ser transportada. Actualmente se construyen pasos a desnivel para ingresar a los centros comerciales (casi nada ha cambiado dentro del raciocinio de nuestra agria y poco pulida oligarquía nacional).

Lo que se ha transformado de forma estratégica ha sido la lógica de las capas medias, que viven la locura por el consumo y la bomba aspiracional que de forma ilusa los hace creer que trabajando como dementes, sin tiempo de goce y disfrute, alcanzarán la felicidad al adquirir cuanta necesidad ficticia aparezca, como visitar los lugares de moda y de esa forma creer que se parecen a la élite que admiran. El detonante es simple: la subjetividad ha sido absorbida por la sociedad de consumo y la idea de obtención de estatus prevalece por encima de la humanidad que alguna vez se tuvo.

El deshonor, la vergüenza, la degradación, la violencia, el abuso, el llanto, la muerte, el dolor, los cuerpos quemados retorciéndose, los huesos quebrados, los músculos despedazados, el hambre, el asco, la náusea, el vómito… Todo se ha adueñado de Guatemala. Aquí seguimos los de siempre, cojeando con el corazón roto pero levantándonos cada día, acaso por un estúpido anhelo de desesperanza, mientras que ellos, los otros, solo piensan que no es para tanto, que el país ha crecido, que las estadísticas deben ser falsas, que para qué estudiar historia o filosofía si lo que importa es que tenemos Cayalá.

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2 Respuestas a "De desconsuelo y piel arrebatada"

  1. Sergio dice:

    Creo que pudo ser más puntual y no mezclar otros temas como aborto y asuntos de teoría queer. Genera confusión.

  2. Karla dice:

    Es lamentable este cáncer que está padeciendo Guatemala de indiferencia y crueldad, una total deshumanización.

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