«Tu falta de fe me perturba»


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal.jpgEn 1998, cuando apenas cumplía ocho años, mi madre nos llevó a mis hermanos y a mí a rentar unas películas para las vacaciones. Ya me sabía de memoria todas las canciones y diálogos de los clásicos de Disney y quizás para que me callara por unos días ella escogió tres VHS con extrañas cubiertas negras llenas de monstruos, estrellas, naves espaciales y robots. Me aseguró que me gustarían aunque no tenían animales chistosos ni canciones repetitivas, pero sí había una princesa.

Esa saga, que inició en 1977, fue y sigue siendo una de las experiencias cinematográficas más emocionantes de mi vida por muchas razones: fue de las primeras películas adultas que vi, el inicio de mi obsesión con Harrison Ford Han Solo, mi irrevocable afiliación a la clica de los nerds y, como entendería años después, evidencia tangible para creer en el efecto de la fantasía. Esta es la parte donde podría hablar sobre el extenso y arduo trabajo de los artistas involucrados en la producción o del riesgo económico que representaba una ópera espacial en la taquilla después del aplastante éxito de Rocky (1976), pero eso no es lo que me ha convertido en una aficionada por casi dos décadas. Veo todas las películas al menos una vez cada año, tengo algunos videojuegos y quizás hoy admitiré que mi cuarto tiene una figura LEGO de Darth Vader (sí, peleando contra Obi Wan). Ahora quiero pedirle a los Jedi que lean esto que por favor no me apedreen con confesar esta reciente realización: Star Wars es mi cuento de hadas favorito.

En alguna entrevista, George Lucas explicó que la saga está parcialmente inspirada en The Hero with a Thousand Faces, del mitólogo Joseph Campbell. Específicamente, Lucas centró su historia en el concepto del monomito;  casi nadie sabe de entrada el significado de esta palabra pero absolutamente todas las personas en este planeta pueden relatar un ejemplo. En resumen: un monomito es la travesía de un héroe as través de lo conocido y desconocido para transformar su realidad. Desde los años 70 del siglo pasado hemos visto a Luke Skywalker desafiar al Imperio Galáctico, derrotar al Lado Oscuro y restaurar el equilibrio de la Fuerza bombardeando naves y espadeando con su sable láser. Es una historia generosamente fantástica, tan alejada de nuestros días entre el tráfico y conversaciones telefónicas. Es tan diferente de nuestra inquietud por tener trabajo o pareja. Su atractivo es precisamente ese: una galaxia muy, muy lejana, donde el heroísmo se acompaña de gloriosas piezas orquestales y no de conformismo.

En los cuentos de hadas más tradicionales, el heroísmo implica que una se casa con el príncipe, decapita a la villana y vive feliz en la posteridad por haber elegido el camino del bien. Es esperanzador que de vez en cuando hacer lo correcto no se traduzca como agachar la cabeza y tragarse el orgullo, porque sé que sería mucho más agradable mover objetos con la mente o lidiar duelos con armas fosforescentes, pero nuestra vida suele tratarse más sobre hacer lo correcto y seguir adelante sin premios ni coronas, sin épicos besos en la celebración rebelde.

Los mitos se crearon para que las personas pudiesen sosegar sus ansias de ciencia con brotes de imaginación, porque la fantasía relatada nos da una noción de control sobre cómo nos afecta el mundo. Talvez por eso se emplearon mitos cuando Freud intentó descifrar el comportamiento afectivo de las personas. Sin embargo, lo que ha hecho que los cuentos de hadas lleguen tan vigentes a nuestra época, convertidos en caricaturas musicales o escandalosas producciones de live action, no se trata primordialmente de escapismo y justicia divina sino de la posibilidad de tener esperanzas en la voluntad humana. Bajo las naves, los guerreros místicos, los circuitos androides y las pieles de Wookie, Star Wars  es el relato de una familia. Y aunque la ficción no puede explicar las razones de la realidad, posiblemente puede hacernos sentir más conscientes de lo que nos hace sentir. Ni los mismos Jedi saben qué camino les corresponde, pero el Maestro Yoda es muy franco al indicar que absolutamente todos somos competentes para perpetrar el mal. Y entonces Luke no es solo el sobrino del granjero, sino un Cristo con espada, el Krishna de los extraterrestres o un Buddha que habla con droides.

Lo que atesoro en la trilogía inicial (antes de esas espantosas precuelas de la década pasada) es la manera en que los héroes y villanos accionan y reaccionan de manera tan indecisa, impaciente y extraordinariamente desordenada. Las precuelas fracasaron enormemente porque abandonaron el lado humano para llenarse de efectos luminosos y mitos que justificaran el universo de George Lucas. Pero de nuevo, la fantasía es más humana porque viene de emociones, no de la inquietud científica. Con razón son tan bienvenidos los mitos en ciencia ficción, porque a la fantasía le corresponde una travesía que nos distrae con magias y monstruos mientras se nos cuela en la identidad. No quiero que me expliquen qué diablos hacen los midichlorians porque mi único interés es ver a Anakin sonriéndole a Luke como un espíritu de la Fuerza.

El año antepasado me senté en la sala 4DX para ver The Force Awakens, y aunque aún no está completamente desarrollada la historia, me alegró enormemente volver a ver las peripecias inverosímiles y el villano dramático. Y sí, están algunos errores flagrantes (#UnAbrazoParaChewie) pero el octavo episodio es un retorno a la épica imposibilidad de la película debutante. Adoro los héroes de Star Wars porque vienen de las leyendas y cuentos, no de las intuiciones científicas de superhéroes y detectives. De estas películas proviene gran parte de mi entendimiento sobre cómo funciona la ficción clásica, trascendiendo idiomas y siglos, relatándose en nuevas versiones o parodias, pero encantando una y otra vez a sus testigos. Desconectarnos de lo real, o lo que quiere parecer realista, nos acerca a la parte de nosotros que no tiene músculo y venas. Algunos dicen que es fe o amor. De la manera menos irónica voy a decir que me encanta llamarlo una Fuerza.

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2 Respuestas a "«Tu falta de fe me perturba»"

  1. Gracias por compartir. Hay momentos tan especiales que atesoramos en esta corta vida!!!

  2. El Mono Mito es un mono araña que vive en La Aurora. Es negrito, con un lunar blanco en el pecho y se llama Guillermo… de ahí su apodo.

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