Se fueron los espantos, pero los fantasmas siguen aquí


Javier Payeras_ Perfil Casi literalCon tanta violencia, hasta los espantos se niegan a salir por las noches.

Curiosa mitología esta. El Centro Histórico está construido encima de una serie de leyendas. Intuyo que no existe otra ciudad en el mundo que tenga tantos fantasmas. Pareciera que aquí hay más muertos que vivos: duendes que vigilan durante las noches a las mujeres de cabellos largos para trenzarlas meticulosamente, mujeres con cara de caballo que conducen a sus lujuriosos acosadores hasta los barrancos. Perros negros y blancos que protegen a los bebedores (que pululan por todos lados) para que no sufran asaltos y lleguen enteros a sus casas, lamentos de una mujer que busca a sus hijos ahogados en el río. Hechiceras que deciden huir del mundo navegando en el barquito que ellas mismas dibujaron en su celda.

Todos nuestros espectros se parecen, todos están tristes, seres clavados en esta ciudad. Enfermos por una pasión que los devoró en vida. Amores frustrados. Pobreza. Ignorancia. Moralismo. Soledad.

Curiosamente, nosotros también nos parecemos a ellos. Al caminar por las calles del Centro uno descubre personajes que tarde o temprano serán leyenda. Como ese indigente que apodan «El Minero» y que se dedica, durante las noches, a recorrer la Sexta Avenida de extremo a extremo en busca de las cosas que la gente botó durante el día: aretes, anillos, cadenas. O la poeta que vende lapiceros y que pareciera recitar lentamente la Divina Comedia mientras camina. O el cuida carros que según sus compañeros se transforma en perro durante las noches.

Aunque con tantas notas rojas, los fantasmas resultan siendo propiedad exclusiva de la literatura. Está claro: el dolor no nos aniquila la imaginación. Lo siniestro asiste a lo macabro y las portadas en los medios muestran los verdaderos rostros del horror y de las almas en pena. Nos asusta la crudeza, la miseria y, sobre todo, lo desvalidos que estamos para encontrar una salida de este infierno que algunas veces deviene en purgatorio.

Se fueron los espantos, pero no los fantasmas de los siglos del olvido.

[Foto de portada: Luis Roberto Lainez]

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