Centroamérica, o los parientes pobres


Javier Payeras_ Perfil Casi literal“Los parientes pobres siempre son parientes lejanos”, dice el dicho popular. Metiches e insolventes, los países centroamericanos, entrampados en deudas interminables, guerras y dictaduras, son los parientes pobres de los demás países de América.

El factor común de nuestros siete países pareciera ser el de siempre: estar iniciando sus democracias. Somos los árboles más torcidos que dejó la Colonia. Llenos de revoluciones fallidas y anemias productivas, siempre queremos colarnos a la fiesta de los Estados más desarrollados para salir en las fotografías posando nuestros modestos atuendos, siempre pidiendo algo, buscando compradores caritativos de nuestros productos. Constantes en las planillas de pago de las agencias de cooperación, exhibiendo por todos lados nuestros vergonzosos índices de analfabetismo, defenestrando a nuestros intelectuales, encumbrando políticos rancheros y charlatanes que han lisiado hasta lo más profundo nuestra fe.

Nunca intentamos nada diferente si no lo ha empezado otro. Segundones en la fila, queremos ver resultados de forma inmediata porque siempre estamos ahogándonos en la desesperación. Teniendo enormes talentos emergentes, solo celebramos las viejas novedades y las glorias pasadas con sus edulcoradas consignas. Sentimos envidia tiñosa por el jardín de al lado, parecemos una familia numerosa repartida en siete cuartitos.

Quizá lo más curioso de los centroamericanos es nuestra posición geográfica. Parecemos una larga carretera de paso llena de foquitos y ventas de recuerdos. Cerca de los potentados del norte y de la efervescente economía del sur, nuestra gran contradicción es vernos tan distantes de ellos. Distantes de las enormes ambiciones.

Soñar es un término evitable gracias al patético uso que le dan algunos negociadores del fracaso, pero es necesario desear otra realidad y no simplemente quedarnos resolviendo nuestros males inmediatos. Eso es lo que nos hace pobres hasta el desconsuelo.

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