Los tentáculos del poder en escena


LeoCon una visión estética muy particular, Luiz Tuchán ha presentado los jueves y domingos en la sala de teatro Dick Smith, del Instituto Guatemalteco Americano —IGA—, la obra La encantadora castradora. Para ser un creador escénico que permanece durante más de una década en silencio, este año Tuchán pinta muy productivo al poner en escena lo que él mismo llama su segunda metáfora escénica luego de que hace unos meses nos mostrara su propuesta Réquiem por dos pervertidos y una muñeca de trapo.

Es razonable y bien justificado el uso de la expresión de «metáfora escénica» porque precisamente crea un universo propio articulado de signos multivalentes para representar problemas de mayor amplitud. En el caso que nos ocupa, ese universo reducido se circunscribe a la clase de una maestra que utiliza métodos pedagógicos risibles por ser tan disparatados al impartir sus enseñanzas. De más está decir que esta situación representa a todas luces los mecanismos de que se vale el poder para mantener un status quo que sería imposible conseguir si no es por la sumisión de grandes masas que parecieran estar predestinadas a la obediencia ciega y a la mansedumbre pasiva.

Sin embargo, Tuchán se equivoca cuando afirma que es una «sátira cómica sin tintes ideológicos ni políticos», como se menciona en el programa de mano. Y se equivoca, precisamente, porque esa aspiración a la universalidad lo lleva a depurar su creación a una expresión metafísica pura, pero al mismo tiempo digerible para el espectador. Más que carecer de tintes políticos e ideológicos, la situación presentada oculta —pero al mismo tiempo hace evidente en un segundo plano— ese elemento de rebelión ante el poder establecido. De ahí que, aunque el director quiera mantener una posición neutral, su obra no se sustrae de lo político ni de lo ideológico. La diferencia es que consigue disfrazarla de modo tal que no termina convertida en un panfleto ni en un discurso demasiado figurativo y de realismo tosco. Por el contrario, el montaje creado alcanza una limpieza que lo termina convirtiendo en una clara generalización y en una acertada abstracción minimalista.

Además de la combinación de textos propios con los textos del dramaturgo brasileño Roberto Athayde, en Apareceu a Margarida, y del guatemalteco Víctor Hugo Cruz, en Dos y dos son cinco, es posible adivinar en la obra un eco de La lección, de Ionesco. No obstante, no se debe caer en confusión: más allá de una crítica a la educación —que tan bien conforma uno de esos mecanismos al servicio de poder—, la obra hace alusión a ese supra poder que coarta y sofrena extendiendo sus tentáculos a todas las instituciones.

Ya Tuchán había montado este mismo trabajo en 2000 bajo el título La señorita Clementina, interpretado en aquel entonces por la actriz María Alejandra Solórzano. Ahora, el personaje es encarnado por la actriz Rochy Arce, quien en los últimos años se ha destacado en la producción, dirección y actuación, y cuyo talento y carisma se hacen evidente al pisar el escenario. Esto no significa que tanto el director como la actriz pasen por alto lo que, a mi juicio, puede aplanar la interpretación. Me refiero exactamente al contraste que debe producirse entre las dos facetas de Miss Penélope, la protagonista. Con toda la experiencia que Rochy tiene, sabe convencer y «se echa a la bolsa» con facilidad al público. Sin embargo, su interpretación ganaría sustancialmente si lograra diferenciar de manera más tajante la faceta más agresiva. Sin duda que, con este contraste, la puesta en escena ganaría más altibajos y se conseguiría un fraseo mucho más interesante. Con esto no quiero decir que el esfuerzo invertido en horas de ensayo no haya dado sus frutos y que desmerezca una crítica aceptable. Solamente es una cuestión de cuidar los detalles para evitar que una valiosa propuesta pierda el interés que merece.

¿Quién es Leo De Soulas?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior