Igualismo versus igualdad


«El feminismo moderno es una cosa divertida», dijo alguien en Twitter. El simple concepto de un «feminismo moderno» me agarró un poco desprevenida, pues la idea básica del feminismo sigue siendo, a mi parecer, la misma desde que el término fue acuñado: igualdad de género. Sin embargo, mientras más lo pienso, más me doy cuenta de que, en realidad, la persona autora de aquel tuit tiene razón. Hasta el feminismo ha evolucionado.

Antes venia cubierto de estereotipos, pues aunque queríamos igualdad, esta también tenía condiciones aunque nadie las estipulara claramente. Debíamos vestirnos de cierta manera, comportarnos de cierta manera… a fin de cuentas, ser como los hombres, pues eso era casi lo que queríamos, ¿no?

Por muchos años me adherí a esta idea del feminismo que a veces quiero llamar «igualismo», o sea, la que no entiende de matices y bajo la cual, por ejemplo, nadie tenía por qué cargarme los paquetes del supermercado o ayudarme a cambiar una llanta, pues en eso consiste también la igualdad que yo había exigido, así que tenía que aceptarla.

Acaso solo sea que me estoy poniendo vieja —y sabia, por qué no—, pero al fin he entendido que la igualdad no es eso. Ojala que tú, que estás leyendo estas palabras, puedas entender esto de manera mucho más fácil de lo que a mí me costó aprenderlo. Presta atención —especialmente si eres mujer—; pueda que esta sea una de las lecciones más importantes que aprendas alguna vez: la igualdad no es condicional.

La igualdad no depende de que uno se comporte o no de una determinada manera. No depende del maquillaje que tenga puesto o no, de la ropa que compre, ni siquiera de si cargo mis propios paquetes al salir del supermercado. La igualdad tiene que ver con ser nosotras mismas todo el tiempo sin que eso signifique ser menos. Significa que aceptamos nuestras diferencias y entendemos que estas nos hacen solo eso, diferentes. Por tanto, no nos hacen menos ni más que nadie.

Es la libertad de pensar lo que quiera, decir lo que quiera y salir con quien quiera porque mi comportamiento no será juzgado solo por el hecho de ser mujer. Eso es la libertad y por eso estamos peleando. Y sí, peleamos porque no estamos todavía allí. Es más: me atrevería a asegurar que no estamos ni cerca, pero aun así es importante saber porque peleamos. No por «igualismo», sino por la verdadera igualdad, la de ser quien yo quiera ser y saber que eso es suficiente.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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