La heterosexualidad acosa


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalEn estos días nuestro editor opinó que, colectivamente, hemos estado abordando demasiados temas estrechamente relacionados al feminismo, y claro, a un director cuya revista trata de remover/promover y edulcorar/criticar la vida cultural de los países centroamericanos —algunos con falta de identidad— le ha de parecer repetitivo sacar el tema desde varias aristas y que hablemos tanto acerca de las mujeres y sus problemas, un asunto tan enraizado en la cultura humana, desde la calle hasta el cine hollywoodense. Por tanto, hoy no hablaré de la natural violencia que se ejerce sobre las mujeres sino de la también natural violencia heterosexual que lo rodea todo: desde los zapatos hasta los comentarios que me han hecho niños y niñas desde los 4 hasta los 9 años.

En un viaje de trabajo compartí la tarea de manejar con un compañero. Sus dos hijos iban con nosotros. Cuando me tocó el turno de conducir, el más pequeño, de 5 años, me dijo: «Diana, ¿tú vas a manejar?», a lo que respondí: «Sí». «Entonces eres hombre», concluyó el niño. Tanto su papá como yo le explicamos que no solo los hombres manejan.

Quien me conoce en persona sabrá que no encajo en el estereotipo de mujer creado desde la heterosexualidad. Muchas personas en la calle me han confundido con «joven» por mi aspecto y mi ropa (jeans, suéter y cabello corto). Últimamente, algunos hombres me somatan el hombro, lo cual supongo/interpreto como «saludo de colegas» al no saber cómo reaccionar: si con el besito de mejilla o el apretón endeble de manos que se les da a las mujeres, no vaya a ser que se desarmen.

Pese a todo el imaginario inventado y superimpuesto a todos y todas, incluso antes de nacer he decidido identificarme como mujer, y claro que me he hecho la pregunta: ¿Y si hubiera nacido biológicamente hombre? Obviamente, hubiera sido un hombre gay que no tendría problema con salir con personas trans; para mí es algo lógico.

Según Coral Herrera Gómez, la heterosexualidad es una construcción social y cultural que se ha instalado en el imaginario colectivo como un fenómeno natural, como si la unión macho-hembra fuese una ley divina o una ley física o matemática. Tanto es así que a las niñas se les pregunta si tienen novio y a los niños si tienen novia, sin siquiera darnos cuenta de que al preguntarles eso estamos afirmándolo. Y al afirmar imponemos una idea sobre lo que es normal, es decir, que a los niños les gusten las niñas y no los niños.

Herrera tiene una posición en torno a la heterosexualidad y la homosexualidad que coincide con la concepción de Oscar Guasch (2000), que las considera mitos en el sentido de que son narraciones creadas artificialmente y transmitidas mediante libros sagrados. Mitos que explican el mundo desde un punto de vista particular, desde una ideología que, al imponerse, se convierte en hegemónica, modelando y construyendo nuestros deseos y afectos a la vez que justifica el orden social establecido. En este sentido, la homosexualidad es un cuento dentro de otro cuento, «un mito que explica otro mito. La homosexualidad es un epifenómeno de la heterosexualidad; pero no es posible entender la una sin la otra», cita Herrera a Guasch.

Mitos, cuentos que nos contamos todos los días para no quedarnos en la incertidumbre que nos pueda dar la posibilidad de repensarnos y relacionarnos con l@s otr@s de maneras distintas. De esas construcciones surgen preguntas como las de la hija de 9 años de una de mis amigas cuando fuimos a la graduación de su hermana mayor:

—Diana, estoy confundida, ¿ella (mi pareja) es hombre o mujer?

—¿Tú que creés que es?

—Que es hombre.

—¿Y por qué creés que es hombre?

—Porque una vez que estuvimos en tu casa, vi que usaba zapatos de hombre.

—¿Ah sí? Pues mirá, yo también tengo zapatos de hombre.

—Sigo confundida.

—No te confundás, no es tan importante. Solo son maneras distintas de expresarse.

Quizá esa última frase no es nada explicativa a los 9 años, pero espero que con el tiempo nuestros niños y niñas no se sientan acosados por la heterosexualidad que los obliga a ser y pensar de determinadas maneras para sentirse a salvo. También deseo lo mismo para muchas personas adultas.

[Foto de portada: Jake Davies]

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