El recuento de los daños


Rubí_ Perfil Casi literalComenzó el año en lunes. Nada mejor para quienes queremos perder peso, conseguir empleo, encontrar pareja, terminar la tesis o dejar de fumar. El 2018 empezó en lunes para que la caída duela más y así será, sin duda alguna, porque la obsesión por los nuevos comienzos oprime cual camisa de fuerza y, lo que es peor, nos obliga a encarpetar nuestras vidas para que las evidencias virtuales nos consuelen, revelándonos que hicimos avances valiosos durante el año que acabó. Esas carpetas nunca guardarán lo suficiente para satisfacernos, pero una vez conformes, nos queda el recuento de los daños: un vicio facilitado por la competitividad del panorama cotidiano.

Esto no es del todo malo. Algunos no tenemos títulos académicos, selfies cuyo fondo sea algún paisaje de otro país u otras cosas para enlistar, así que nos vamos por los libros leídos. En mi caso, el 2017 valió la pena por una lectura en especial: Las hermanas Beauvoir, de Claudine Monteil. Recuerdo que este libro lo encontré en una carretilla de ofertas rebajado de 240 a 10 quetzales. Por tres años rodó por doquier pero hace dos semanas no tuve la paciencia suficiente para buscarle un lugar luego de limpiar las libreras, así que lo leí. El libro no es una biografía novelada, no es un ensayo y tampoco es un epistolario: es los tres y ninguno.

Narrado en tercera persona, Claudine Monteil expone en seis capítulos las debilidades y fallos de las hermanas Beauvoir, no solo sus aciertos. En cuanto a Simone, son demasiados los textos que agotan sus aportes al feminismo, al existencialismo, a su tendencia socialista, su relación con Sartre, etcétera. Es como si lo único salvable en ella fuera eso: su activismo. El libro de Monteil humaniza a Simone y visibiliza a Helena, la hermana menor cuya carrera en el arte de la pintura fue, aunque corta, productiva. Ya escribiré al respecto.

Con esta lectura quedé a medio fuego cruzado; no salí ilesa. Es decir, de la vida de Simone conocía su faceta feminista, la agotadora observación de la conducta de las mujeres y la investigación exhaustiva que hicieron posible El segundo sexo. No sabía que, al igual que las mujeres de su tiempo (de todos los tiempos, más bien), Simone padeció la traición de sus propias convicciones. En el libro de Claudine descubrí a una Simone en constante conflicto consigo misma, golpeada por resistirse inconscientemente a romper con la herencia paternal y religiosa. Si bien ella arremetió incansablemente contra la institución de matrimonio ―entendido por ella como un convencionalismo mediano burgués limitante para las mujeres―, la autora de La mujer rota, cual esposa opaca, lloraba en silencio la ausencia de Sartre, sus constantes amoríos y su falta de exclusividad para con ella. Pese a sus amantes, Simone hizo del filósofo el norte de su vida.

Pero la crisis no acaba allí. La mujer que dijo que no se nace mujer sino que se llega a serlo, que dedicó miles de páginas a la revelación y denuncia de la educación errática que recibían las mujeres a principios de siglo pasado y que expuso cómo estas quedaban entre paréntesis en los grandes problemas del mundo, es la misma mujer que miraba durante horas al vacío, recreando en el rostro sombrío de Sartre a su semidiós. ¿Qué queda para nosotras, las educadas en la anulación, en la obligación de la perfección doméstica y maternal, las convencidas de gozar de la feminidad desde de los ornamentos, las etiquetadas como mal-cogidas, las resentidas?

Probablemente me falte formación en el feminismo para responderme. A lo mejor, el hecho de que la treintena me esté pisando los talones me hace buscar una mano de la cual tomarme para sobrellevar la soltería que tanto parece estorbar a muchos. Sea como fuere, así terminó un año más de lecturas. No fue un broche de oro, ni mucho menos; más bien fue un balde de agua y rocas. Ese es mi recuento de los daños: agridulce. Por otro lado, me satisface bajar del altar a Simone y leerla desde mis conflictos, los compartidos y los ajenos.

Pueda que mi carpeta de este año comience con una catarsis derrotista tras descubrir hondas fracturas en filosofías que comparto. Pero no sucede nada. Ya tendré el recuento de los daños en enero de 2019 para reponerme.

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