¿Guerra santa en Centroamérica?


Nora Méndez_ Perfil Casi literalEl Papa nombra a un cardenal en representación suya en El Salvador. Los servicios de inteligencia rusos y estadounidenses reúnen información de los nexos de la MS-13 con terroristas islámicos, los Zetas mexicanos y el mismísimo Diablo. Todo parece un escenario perfecto para el retorno de las guerras santas, un conflicto santo y el inicio de una nueva Edad Media en donde los grandes magnates levantarán murallas para evitar saqueos en sus castillos.

En torno a toda esta realidad ―que no es ni por cerca ciencia ficción― aparecen flotando miles de indocumentados amparados por unos meses más a las siglas TPS que les permitieron, durante casi dos décadas, trabajar y enviar remesas a sus familiares en Centroamérica y México. Por otro lado, están sus gobiernos, sus empresarios, su clase alta, sus Estados que se han beneficiado del flujo de remesas para promover el consumo masivo, evitar encarar el aumento del salario mínimo y desfalcar al erario público durante años sin que por ello hayan tenido que enfrentar protestas debido a que las remesas han frenado la organización y el descontento popular.

Los castillos de humo de los centroamericanos se desvanecen. Son millones de familias pobres que dependen del financiamiento extra de una remesa para poder seguir viviendo, pero también los negocios de políticos y empresarios, así como de los grandes capos de la droga y el crimen organizado de las maras se ven amenazados. La estructura del poder en Centroamérica y México está basada en la migración forzada. El crimen organizado es una mafia internacional cuyos tentáculos llegan a casi todo el mundo. Las remesas, solo en El Salvador, provienen de 154 países distintos.

Trump, como protagonista de la nueva película y reemplazante del Will Smith de los estudios demócratas, intenta ser un patriarca moral con el fondo de Playboy a sus espaldas y la estrella de David, condenando a los salvadoreños trabajadores a los que ya no sabe distinguir entre los bad hombres que adoran al demonio y tienen nexos con el terrorismo internacional. Ese patriarca frívolo cierra las puertas del paraíso terrenal a miles de indocumentados centroamericanos que huyen de la violencia y desempleo en sus países, dejándolos por primera vez en el limbo emocional de un país al que han amado como si fuera el propio.

Al medio de dicho decorado trágico, en Honduras y El Salvador aparecen dos millonarios árabes que intentan venderse como los Mesías de «sus pueblos» perdidos en el desierto de Arizona. Parece que alguien está contratando latinos para ser protagonistas de una película que financian miles de indocumentados. Los vientos soplan fríos, las nuevas leyes son más frías aún y esta es la nueva guerra fría entre Estados Unidos y la región más pobre de Latinoamérica.

El escenario está listo con el hombre blanco a la cabeza de la persecución de los bad hombres mexicanos y centroamericanos que violan, matan, roban, extorsionan y trafican drogas y personas. Los bad hombres que parecen nietos no del Jaguar como querían los poetas comprometidos de los sesenta sino de los soldados entrenados por el mismo hombre blanco norteamericano en la Escuela de las Américas y que mataron niños, mujeres, ancianos, estudiantes, obreros, sacerdotes y católicos durante décadas del conflicto armado que terminó en el negocio de la política entre capitalistas y exguerrilleros.

La violencia en Centroamérica parece no tener fin desde hace más de cinco décadas. La justicia humana no parece tocarla, será entonces que en esta guerra santa lo único que podrá venir es una justicia divina. ¿Lloverá fuego sobre nuestras cabezas? ¿Quién vendrá primero: el Anticristo o Kim Jong-un?

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