El legado de Fernando Birri en el cine de Nicaragua


Karly Gaitán Morales_ perfil Casi literalEl cineasta argentino Fernando Birri (1925-2017), a quien se le llamó «el padre del Nuevo Cine Latinoamericano», fue fundador e impulsor del movimiento-escuela del Nuevo Cine Latinoamericano y fundador del Instituto de Cinematografía de la Universidad Litoral de Santa Fe (Argentina) en 1957 y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, que dirigió entre 1986 y 1991. Estos solo son algunos de los muchos otros proyectos, festivales y talleres que realizó a lo largo de su vida por el bien común del continente americano, pero sobre todo, de los países hispanoparlantes. Su muerte, ocurrida hace unas semanas, ha conmovido al mundo del cine en toda la región debido a que gracias a su proyecto de vida, que resultó en la formación profesional de miles de cineastas del mundo, su legado es innegable.

En 1983 viajó a Nicaragua a impartir voluntariamente un curso de producción cinematográfica a los cineastas del Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE) porque pensaba que debían trascender del documental a la ficción para lograr llegar a otro tipo de público, a más festivales mundiales e insertarse en diferentes grupos sociales y plataformas culturales hasta donde se pudiera llevar el mensaje de la causa nicaragüense desde una perspectiva de mayor apertura artística y así desarrollar y crear una cinematografía propia que estuviese conectada a las temáticas de la Revolución pero que a la vez funcionara de forma independiente al cine institucional que se realizaba entonces.

Poco después el cine de ficción fue inaugurado en la Nicaragua sandinista con la producción de tres cortometrajes que nacieron de sus talleres. Estos seminarios y clases prácticas consistían en conferencias sobre preproducción, producción y posproducción de cine de ficción. La metodología estaba basada en lectura de materiales, escribir proyectos y guiones, foros entre los participantes y organizar a los cineastas en grupos de trabajo. Cada grupo desarrollaría temáticas a través de los guiones y los integrantes tomarían un papel específico dentro de la producción. Durante ese tiempo, además de las clases, Fernando Birri realizó el documental RTE: Nicaragua (carta al mundo), que finalizó en 1985 y trata sobre la historia de la Revolución Popular Sandinista, su cine y su cultura. Su visita y su película fue motivo de gran esperanza para los cineastas en Nicaragua ya que su filme fue visto en toda América Latina y mostraba una gran generosidad para el pueblo de Nicaragua que sufría con la guerra.

Los talleres coincidieron con un proyecto que estaba escribiendo el cineasta Rafael Vargas Ruiz para un documental sobre la reserva militar (la alternativa gubernamental que se comenzó a impulsar en 1983 como respuesta a la guerra de contrarrevolución). El tema de la milicia iba a ser utilizado para ese noticiero que correspondía a la serie Noticieros INCINE, pero con el tiempo se convirtió en una ficción. Se filmó el documental, pero el proyecto quedó en pausa y así nació el cortometraje de ficción Manuel, con el impulso, los consejos y las enseñanzas técnicas de Fernando Birri.

Cuando Manuel (1984, 26 minutos) se presentó por primera vez al público, Carlos Vicente Ibarra, quien había sido dirigente de INCINE en sus inicios en 1979, escribió sobre el evento en el suplemento Nuevo Amanecer Cultural del 18 de noviembre de 1984: «Rafael Vargas Ruiz ha inaugurado la época del cine de ficción en Nicaragua», y el reconocido crítico de cine Ramiro Argüello (1944-2017) escribió en La Prensa Literaria el 17 de febrero de 1985: «Sin bombos y platillos, pero sí con tragos y buenos bocadillos, se estrenó hace algunas semanas, ante un grupo heterogéneo, pero compacto, el filme Manuel […] Lo que el cronista piensa es que por primera vez en nuestro país, alguien emplea, para contar una historia, el lenguaje cinematográfico, su gramática, su sintaxis».

Se debe aclarar que las afirmaciones de que por primera vez en Nicaragua había cine de ficción no eran acertadas porque en el país se había creado ficción cinematográfica desde la década de 1950 por realizadores nicaragüenses y el mismo Rafael Vargas Ruiz había realizado su cortometraje de ficción Señorita en 1973; sin embargo, sí se trataba de la gran entrada a la ficción de la Nicaragua revolucionaria y del Instituto Nicaragüense de  Cine.

El resultado del taller de Birri fue la trilogía de cortometrajes: Manuel, Daniel y Noel. En noviembre de 1983 Fernando Somarriba de Valery inició el rodaje de su proyecto Noel (1984, 36 minutos). Los guiones fueron escritos por cineastas idealistas y no se alejaban de la realidad de entonces. Si Manuel trata sobre un joven que debe ir a la guerra porque la reserva lo ha citado y se muestran los conflictos familiares y personales que eso conllevaba, Noel trata sobre un hombre que vive en el norte de Nicaragua y es secuestrado por soldados de la contrarrevolución que estaba asentada en Honduras, e igualmente Daniel (1984, 33 minuto) es la historia de un niño de once años que vive en una comunidad de pescadores donde llega un profesor con quien no simpatiza y luego es asesinado por la contrarrevolución, hecho que hace que el niño reflexione.

Con estos filmes quedó inaugurada en Nicaragua la estructura, capacitación y modelo para la creación de cine de ficción. Pocos años después se iniciarían proyectos de largometrajes y fueron posibles dos: Mujeres de la frontera (1987), dirigido por Iván Argüello y El espectro de la guerra (1989), de Ramiro Lacayo Deshón. Otros de los hechos que fueron lecciones para los cineastas nacionales son sus participaciones en filmes extranjeros coproducidos en Nicaragua en los diez años que duró la Revolución (1979-1989).

Se debe destacar que muchos proyectos de largometrajes de ficción de esa época quedaron en el tintero, no por falta de calidad ni iniciativas de los cineastas sino por el nulo financiamiento que por parte del Estado estaba más que justificado por encontrarse el país en constante devaluación de la moneda, una guerra civil y el bloqueo económico; pero a pesar de eso, los largometrajes que se realizaron representan un verdadero esfuerzo cinematográfico y eso se llega a entender mejor cuando se estudia y analiza el contexto histórico en que fueron creados.

[Foto de portada: Archivo de María José Álvarez]

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