Dejar de mirar


Alejandra Solórzano_ Perfil Casi literalDo we know what we look like? Not really

Pienso que una parte de nuestra tristeza se origina cuando hemos dejado de mirar. Hay una forma de hacer micropolítica en ello, mirar como acto de registrar, aprehender lo cotidiano, la humanidad que expongo y se me ofrece al cerrar la puerta para salir de casa, micropolítica en lo cotidiano, adoptar un papel o intentarlo, hacerlo y fracasar, desear, ofrecer, transacciones, obtener, relacionarme, ser. Dejar de mirar es automatizarse. ¿Qué podría ser, de qué manera relacionarme si la realidad se ha vuelto invisible?

Mirar con sed, seleccionar… ¿Con qué seleccionamos aquello que nos atrae o lo que dejamos pasar a nuestro lado? Registrar lo inmediato, tempus fugit. Parece complejo rescatar la mirada: desapego, despojarnos de prejuicios, vanidad, confort que los aparatos y las redes sociales proveen (nodrizas de nuestros sentidos), des-domesticar nuestra atención. Hemos olvidado mirar, entre-tenernos.

¿Cuál sería el efecto de mirar? La imagen visual que no se olvida es ya una interpretación. Algo bueno debe pasar en mirar como un acto cuidadoso y personal. Mirar, acto transgresor en una realidad que ha sido secuestrada, mirar para hacer que de nuevo aparezca el mundo.

Mirar para desarmar, diseccionar el día, la afición por desarticular aparatos para saber qué los habita, elegir la pieza que será llevada a casa. Literariamente, asumir el acto de mirar como una narrativa del instante. Cada gesto observado delicadamente y capturado al final podría ser convertido en un signo. Encender de nuevo el mundo, sorber todos los aspectos de eso visible, sus escenas.

Fijar nuestra atención en alguien o algo es un acto de valentía porque olvidamos o evadimos lo que somos cuando mecanizamos la mirada. Recuerdo haber leído sobre Lawry; no a propósito de la mirada, pero sí sobre este mismo sentimiento: parece difícil «acostumbrarse a la idea de estar vivo».

Los ojos, pequeñas esferas fotográficas captan y enfocan la luz hacia donde apunten. Disparo. Seleccionamos e interpretamos lo que vemos a partir de nuestra propia lectura visual de la misma manera en que completamos un libro a partir de la arquitectura de nuestras lecturas. Trevor Lamb llegó a la conclusión de que el ojo humano pasó de ser un simple detector de luz en los ritmos circadianos hace 600 millones años y en menos de 100 millones de años llegó a ser lo que tenemos hoy: dos francotiradores insulsos, desentrenados. No pienso en el ojo como eje de la mirada sino en la mirada como principio, acto de sedición el de elegir qué es lo que el arpón de nuestro sentido atrapó para alancear nuestro ser. Atrevimiento por el bien propio, transgresión al fin.

No elegimos lo que vemos, todo se nos impone en sutiles o altas dosis. Somos conscientes y   culpables del delito. Sería un acto de traición al sistema aprender de nuevo a mirar, o por el contrario, «establecer un compromiso con lo que está ahí», dijo alguna vez Heidegger.

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