La insignificancia


André González_ Perfil Casi literalLa última novela del escritor checo Milan Kundera, que lleva por título La fiesta de la insignificancia (2014), ha sido recibida como una especie de testamento literario. No comparto la idea de enterrar a los escritores cuando tienen cierta edad o cuando pasan muchos años sin publicar. Escribir una novela a los 85 años no debe ser una despedida o la puerta abierta a la tumba. Existe mucho morbo en ciertos círculos al estar esperando qué es lo último que tiene por decir tal o cual escritor o escritora. Quizá ya no tiene más nada que decirnos o se aburrió de compartirnos sus historias.

Este no es mi libro favorito de Kundera, ni mucho menos el mejor; le falta añejarse unos cuantos años más. La novela logra ser insignificante, para ello es necesario leerla y algo más. Me resulta una novela muy francesa, lo cual no tiene nada de malo, pues muestra otra forma de compartir ideas. Está escrita en francés y se desarrolla en París. Ya no hay alusiones a la República Checa, patria natal del autor. El período histórico de la obra es muy lejano al del comunismo y la actualidad se va desprendiendo lentamente del pasado, da la impresión de que huyen, nada los une.

Por momentos pareciera un resumen o condensación de toda su obra: La broma de (1968), en una edad adulta o La ignorancia del año (2000), como una lección aprendida. En ella aparecen todos los temas que han llenado las páginas de sus novelas anteriores pero con una forma burlesca e irónica, de cierta manera fresca. La obra se abre y nos traslada a la época estalinista, de ella llegan a la actualidad dos personajes que representan al totalitarismo del siglo pasado, su participación en el contexto en que se desarrolla la obra traspasa lo ridículo y son parte de la gran burla que llega a ser la historia, no son más que dos viejos seniles que al mezclarse con seres actuales encajan a la perfección para ser todos parte del gran final. El autor llega a conseguir lo esperado: mostrar que la insignificancia trascenderá a la grandeza. Kundera se divide en los cuatro personajes alrededor de los cuales gira la trama ―cada uno conforma una parte de él― y se presenta como un narrador omnisciente que delega los acontecimientos a sus alumnos: Alain, Ramón, Calibán y Charles.

La vida es una gran broma, el buen humor es necesario para lidiar con ella. No siempre es sencillo saber de qué fiesta somos personajes. El mundo se desarrolla como un gran teatro de marionetas dirigido por un narrador. El absurdo es fundamental, todo es tan inverosímil que por ello se torna real y obviamente divertido. Los protagonistas lo saben, las directrices de su maestro son claras: hacer que todo sea una fiesta. La novela tiene algo que hace recordar Seis personajes en busca de un autor de Luigi Pirandello. ¿Será posible reírse de la vida o hacer que esta sea risa? Con probar cada día no se pierde nada y se le ganan horas al aburrimiento que nos aniquila. Mientras tanto, corresponde afrontarlo todo con la menor seriedad posible.

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