Vivir el Ramadán en pollera


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalMudarse a un país diferente puede ser complicado, aunque usualmente quienes toman esta decisión buscan países que tengan cosas en común con su cultura, ya sea el idioma, la cercanía o la religión, lo cual implica que haya cosmovisiones parecidas. En mi caso hice todo lo contrario.

Al momento llevo casi dos meses de haberme mudado a Marruecos y todavía me quedan dos meses más entre este país y el Medio Oriente. El shock cultural fue inmediato, ni siquiera había cruzado el estrecho de Gibraltar y en el puerto de Algecira ya veía los cambios de vestimentas, las personas hablando en árabe y el olor a té y cigarrillo como si fuese una bienvenida previa a mi llegada. Finalmente, esta aventura ha tenido una diversidad de matices que podría tardar una vida en contar, pero hoy quiero dedicarme a derrumbar mitos, y es que lo desconocido nos crea prejuicios y tendemos a replicarlos y decirlos en voz alta porque queremos reafirmarlos.

Por ejemplo, ahora estamos en Ramadán, que es básicamente un mes completo que usan los musulmanes para poder purificar el cuerpo y mente, es una festividad religiosa en donde se ayuna (no se beben ni líquidos ni alimentos) para entender a los que sufren; y al final de día, justo cuando se oculta el sol y se escucha el llamado del rezo, y mientras todos están sentados entre familia y amigos, se rompe el ayuno y todos comen y beben con sonrisas y alivio. Transformado esto a nuestro lenguaje es como si tuviéramos cenas de Navidad durante todo un mes.

Si bien el Ramadán, como mencioné, es una festividad religiosa, en países como Marruecos ―donde el islam es su religión oficial― ocurren cosas como las que suceden en Semana Santa. Se ajustan los horarios de trabajos, se pide no poner música alta, el equivalente de veda en la venta de alcohol es que no se puede comer o beber líquidos en vía pública. Todo esto bajo el mismo paraguas que usamos en América Latina de mostrar respeto a la religión que nos pregonan. Entonces ¿no creen que hay algo de similaridad en esto que les cuento? ¿Por qué hay, entonces, más rechazo cuando cuento sobre el Ramadán u otras tradiciones?

La respuesta es sencilla, y es que estamos programados desde nuestra mirada occidental del mundo a pensar que el islam y que aquellos que lo practican son los malos de la película y solo quieren imponernos sus costumbres. Después de todo, el bombardeo mediático y la agenda islamofóbica no paran. Desde que tengo uso de razón los mensajes que nos mandan es que en los países del mundo árabe solo hay hombres en bata y turbante con armas, y mujeres en velo reprimidas en un harén; ambas cosas están fuera de contexto. Esto no quiere decir tampoco que todos sean buenos, hay gente mala como en cualquier parte del mundo, pero poner en un saco de prejuicios a millones de personas solo por ser musulmanes es tan errado como suponer que solo la gente blanca es buena porque es blanca.

En resumidas cuentas, nacer en un país árabe no hace a nadie terrorista ni tampoco los convierte en lo peor que puedan imaginarse. Son culturas diferentes, con visiones diferentes y con gente ―como la hay en Latinoamérica― que está peleando porque haya menos opresiones, pues de que hay desigualdades las hay, pero no podemos permitirnos seguir bombardeando mediáticamente a estos pueblos y decirles, desde nuestro foco y privilegio occidental, qué es lo que deben hacer porque a eso se le llama colonizar espacios.

Nos han enseñado que lo diferente es malo, pero del tiempo que llevo acá y he caminado por las calles lo único que veo son rostros conocidos, porque sus rostros y sus gestos son de gente, y de gente que es el resultado de un mestizaje profundo como el que hubo en nuestra América, solo cambian los ropajes y los paisajes. Al final, ha sido todo esto lo que me ha hecho preguntarme si en todo caso nosotros somos conscientes de las propias imposiciones culturales a las que nos enfrentamos. Para ellos es el islam y para nosotros el cristianismo, para ellas el hijab y para nosotras el bikini, ellos celebran Ramadán y nosotros la Navidad, la Semana Santa y las patronales de todos los santos.

Ahora les propongo algo: pongámonos el velo de la ignorancia, pretendamos no haber sido bombardeados por CNN y démonos una oportunidad de entender otras culturas. A veces, dejarnos sorprender es mejor de lo que pensamos.

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