La complicidad social de la violencia


Alejandro García_ Perfil Casi literalLas cervezas se consumen dependiendo del ritmo del juego, de los pases, de los tiros fallidos y los goles acertados ―o encajados, como forma de reducir la amargura de un partido que se pierde―. Poco importa la hora cuando se trata de algo tan mediático y generador de tantas pasiones como el fútbol.

Con el silbatazo final del árbitro concluye el partido, pero las pasiones exaltadas buscan un nuevo huésped, uno que pueda saciar ese furor y esa agresividad contenida que va desbordándose conforme el tono de voz incrementa. El miedo recorre los ojos de las víctimas, aquellas para las cuales el fútbol representa tan solo un pretexto para agredir y controlar a través del miedo y la violencia. De este modo el fútbol deja de ser una fiesta ―ni siquiera una distracción ante los problemas― para convertirse en el combustible de pesadillas y odio de una sociedad dominada por una masculinidad tóxica que ahoga los gritos de auxilio de familias que sufren la violencia doméstica, y en muchos casos, estrangulan la vida misma.

Resultan alarmantes las cifras mostradas por dos países sobre este fenómeno que se extiende de manera global. En Costa Rica, la violencia contra la mujer aumenta en un 30% cuando se dan partidos de fútbol, según datos de la Fundación de Justicia y Género en colaboración con el servicio de emergencia 911; asimismo, en el Reino Unido este tipo de violencia incrementa en un 38% cuando la selección inglesa resulta eliminada según registros del 2014 del National Center for Domestic Violence. Cabe recordar que estas cifras representan únicamente los casos reportados, ya que afuera quedan los pertenecientes a la «cifra negra», es decir, los que no llegan a las autoridades.

La importancia de la amplificación informativa que poseemos hoy resulta, sin duda, una herramienta vital para promover campañas de concientización y sensibilización sobre este mal que aqueja a todo el planeta y sobre el que aún existe desconocimiento por parte de una sociedad que necesita alzar la voz por las víctimas al dejar en claro que esto no debe suceder más.

El silencio que engrosa las cifras negras de cada sociedad necesita de una lucha incesante que muestre los traumas que provocan las reglas de la heteronormatividad, esa que aísla a mujeres bajo el miedo de sus agresores, dejándolas desprotegidas y acorraladas ante una monstruosa realidad que parece una cuenta regresiva que termina por destruir todo vestigio de vida. La misma que encadena al silencio a hombres que cargan con el peso de una fantasía enfermiza de macho alfa, agobiándolos hasta que contemplan quitarse la vida y se manifiesta un aumento de suicidios masculinos respecto a los femeninos, como lo demuestran cifras de la Organización Mundial de la Salud. El reforzamiento de los dañinos roles de género impide que se pueda buscar ayuda ante conductas que amenazan con provocar un intento de autoeliminación, dañar a otra persona u ambos.

Ciertamente, el inicio de un mundial genera exaltación en las sociedades a nivel global, pero eso no es excusa para esconder la problemática que existe más allá de los televisores cuando finaliza el partido. Los partidos de fútbol suelen convertirse en criaderos de violencia doméstica, magnificando las agresiones reportadas. Durante un mes debemos evitar que el fenómeno deportivo más grande del planeta eclipse la violenta realidad que vivimos. Ni el fútbol ni cualquier otro deporte son los culpables, sino nuestra conducta ante circunstancias que provocan emociones fuertes y la forma en que lidiamos con ellas. La urgencia de la deconstrucción social es inminente ya que la toxicidad con la que vivimos mancha todas las esferas de nuestra vida, especialmente aquellas que tienen que ver con el ocio. Sería un error contemplar estos hechos de manera aislada ya que todos forman parte del complejo entramado de nuestra sociedad y nos afectan cada día aun cuando no lo pensamos. La tarea es diaria. Ciertamente, en un mes no se solucionará el problema de la violencia doméstica, sin embargo, el inicio del Mundial puede marcar un punto de partida ideal para salvar vidas al echar una luz sobre esta problemática y asumiendo nuestra cuota de responsabilidad en la creación de una sociedad mejor.

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