¿Vamos hacia adentro o hacia afuera?


Nora Méndez_ Perfil Casi literalEl tiempo es el gran escultor, como lo definiera Marguerite Yourcenar desde su amor por el arte griego. Desde la Filosofía el tiempo también puede ser definido de diversas maneras. Por ejemplo, desde una concepción aristotélica esta noción se encuentra relacionada con el movimiento, tal como en la física. Por esa razón se definía al tiempo como la medida del movimiento con relación a lo precedido y lo sucedido. Otros filósofos, como San Agustín de Hipona, lo asocian con el alma; esta relación se debe a que el pasado es algo que ya no existe, el futuro algo que vendrá y el presente se escurre, transformándose en un recuerdo, es decir, en pasado.

Desde la teoría kantiana se entiende al tiempo como una forma de intuir lo acontecido, virtud que le pertenece exclusivamente al hombre. Dentro de esta concepción, el tiempo no es relacionado con el movimiento ni con lo externo sino con algo interior y personal que permite organizar las experiencias íntimas. Para los antiguos el tiempo era circular, una rueda por donde ―como en el Tao (filosofía oriental)― todo regresa a su origen, a su punto de partida. Esto también tiene que ver con ideas hegelianas y el ápeiron de Anaximandro.

Si comenzamos a imaginar al tiempo de forma circular y a buscarlo en representaciones ideales de esta manera, encontramos muchas cosas interesantes que van desde los calendarios mayas y aztecas, que son circulares, hasta la idea oriental del yin y el yang, energías masculina y femenina. El tiempo tal y como se concebía en la antigüedad sigue estando presente en nuestras costumbres e ideas que parecen más conciliadoras, solidarias y humanas. El tiempo circular es, como dice el Tao, una idea de vacuidad, de vacío de egoísmo, de ideas, de prejuicios: solo puede engendrarse desde una cavidad vacía, así como la madre que engendra en su vientre a un hijo. Por esa razón la maternidad se consideraba sagrada en casi todas las culturas ancestrales.

Sin embargo ―y a pesar de que sobreviven ciertas ideas del tiempo circular en nuestras sociedades actuales― nuestro tiempo es lineal, donde nada puede regresar a su punto de origen sino avanzar en una ciega e incierta carrera hacia el futuro. Resulta que la concepción lineal del tiempo aparece con el judeo-cristianismo y plantea el fluir de la historia como una línea siempre ascendente que uniría un estadio ante-histórico (paraíso original) y uno post-histórico (reino de Dios en la tierra). Si iniciamos la búsqueda de símbolos de la representación de dicha idea, encontraremos la carrera espacial, la producción industrial en línea, la idea de progreso planteada hasta nuestros días en edificios, rascacielos e infinitas líneas grises a las que nombramos carreteras.

Y es más, pareciera que desde estas perspectivas ―lineal y circular― el tiempo también tuviera género. El circular es evidentemente materno, femenino, permite regresos y encuentros con el pasado, el proceso de un camino que comienza en bajada y termina con el esfuerzo de una escalada para regresar al origen, camino hacia el pasado y también hacia la muerte desde donde quizás nacemos a otro ciclo. Otra vez la idea del vacío y el arjé parménico se hacen presentes. El tiempo circular, pues, es vagínico; y nombro esta palabra con la licencia de ser poeta, pues no existe tal término en el diccionario; de hecho, no existe un antónimo para la palabra fálico, que se utiliza para designar aquello que tiene una forma larga y erecta.

El tiempo lineal es masculino, competitivo, no admite regresos, la acumulación es su estructura, solo sirve para los que van adelante, no contempla rezagos y, ciego, está buscando una salida hacia algún lugar que en realidad desconocemos. Es el lenguaje del progreso sin lo humano.

Desde esta perspectiva lineal y circular, masculina y femenina, es válido preguntarnos si como humanidad estamos yendo hacia afuera o hacia adentro; si nos estamos mirando a nosotros mismos o estamos tan obsesionados con abandonar este planeta que no nos importa conservarlo sino destruirlo más en virtud de nuestro escapismo. ¿Esta clase de tiempo es una trampa más del sistema? Si el sistema capitalista, mayoritariamente, nos propone huir de la propia destrucción que ocasiona al medio ambiente, no sería más fácil pensar en cambiar al sistema y recuperar la tierra. Parece lógico, pero imposible.

Paradójico con el discurso de la virtud que predomina desde Aristóteles, como conglomerado social no vamos hacia la vacuidad generosa de la tierra ―que nos da todo cuando la cultivamos― sino hacia la fría e insospechada vacuidad del universo que parece rechazarnos con su distancia y carencia de condiciones para la vida. El gasto que se hace cada año desde la utópica década de 1940 en la carrera espacial pudo haberse ocupado para salvar a billones de personas en la pobreza y regenerar los recursos ecológicos, usarse para realizar una industria verde, una política verde y una humanidad verde; sin embargo, las grandes potencias están empecinadas en «llevarnos hacia afuera». Escuchen estos datos: la carrera espacial fue estrenada por Estados Unidos y la URSS. en 1945 y duró lo mismo que la guerra fría. Solo el programa espacial Apolo generó un gasto anual de 109,000 millones en dólares entre 1959 y 1973. Ahora esta carrera espacial está privatizada y la ocupan dos billonarios de las tecnologías y sus respectivas empresas: Jeff Bezos (Blue Origin) y Elon Musk (SpaceX).

Fueron 10,000 millones de dólares los que donó el grupo Space X al senador John McCain para apoyar la carrera espacial y en 2015 gastó 1.7 millones en cabildeo político. Jeff Bezos, por su parte, declaró recientemente que vendería mil millones de dólares al año en acciones de Amazon para financiar su empresa espacial. Bezos quiere trasladar al espacio la manufactura pesada y colonizar el sistema solar. ¿Qué derechos laborales y sociales tendrán los trabajadores en Marte? ¿Serán humanos o robots? ¿Se imaginan una huelga en Marte?

La concepción del tiempo lineal nos está llevando incluso a perder lo humano de nuestra especie, es por ello que en la escuela ya no se enseñan las Humanidades sino la Informática. Es por eso que en las universidades se enseña Economía, pero no Ecología. Nos enseñan por todos los medios a competir y no a compartir, a aceptar y no a pensar, a repetir y no a crear. Pero estos tiempos, lineal y circular, permanecen unidos como el yin y el yang oriental, ambos están presentes aunque uno se imponga sobre el otro, e incluso, le haga la guerra. Funcionan como un engranaje o aquel juego que de pequeños llamábamos «tripa chuca»: se rozan, se encuentran, se ignoran, se fusionan y se repelan. Miramos los daños ―que nos dicen, son irreversibles― del tiempo lineal, pero el tiempo circular nos observa callado ofreciéndonos un camino diferente donde aún podemos salvar al planeta y ser salvados. Otro tipo de redención es posible.

¿Cuál será de aquí en adelante nuestra brújula? ¿Dónde vamos a instalarnos como humanos y humanas, como sociedad? Cada uno de nosotros decidirá si va hacia adentro o hacia afuera.

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