Memorias del subdesarrollo: 50 años de un clásico del cine latinoamericano


Karly Gaitán Morales_ perfil Casi literalEste año se cumple medio siglo de la gesta de un gran clásico del cine latinoamericano. ¿Qué más se puede decir de una película que ha sido considerada uno de los filmes más emblemáticos del cine mundial? Memorias del subdesarrollo (1968) dirigido por Tomás Gutiérrez Alea, es uno de los largometrajes de ficción producidos por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que más ha sido visto en el planeta y se le ha considerado la película mejor destacada de la historia del cine entre cien títulos de Iberoamérica.

En 1973, Tomás Gutiérrez Alea recibió en Nueva York el Premio Rosenthal por parte de la Asociación Nacional de Críticos de Cine de Estados Unidos, en 2009 fue considerada la película latina más destacada de la historia y también en 2009 una sociedad de críticos cubanos de cine eligieron el largometraje como el más importante en la historia del cine cubano. Como si todo eso fuera poco, en 2012 fue elegido en el lugar 144 entre los mejores films de la Historia por parte del Instituto Británico de Cine y Tomás Gutiérrez Alea fue ubicado en el número 174 entre los mejores directores de cine. Memorias del subdesarrollo mereció también en la década de 1970 importantes premios en Checoslovaquia —hoy República Checa—, Francia, Inglaterra, Polonia y otros países.

A tan solo nueve años de la Revolución Cubana ya se mostraban en el cine las contradicciones políticas y sociales que se vivían y se siguen viviendo en Cuba desde 1959. Cuba, «la París del Caribe», era en ese tiempo un país desangrado, con la fuerza laboral y empresarial yéndose, y esto daba espacio a los menos favorecidos para acceder a sus derechos, pero estos poco favorecidos eran, en su mayoría, ignorantes; por lo que uno de los principales puntos en agenda para la revolución era educar y para eso arrancó con una gran campaña de alfabetización. Estos planteamientos se muestran en el filme con textos e intertextos expresados ya sea en palabras de la narración en off o del mismo guion. De estas reflexiones sobre las contradicciones lo asombroso es encontrar un sentido crítico hacia la realidad de Cuba en pleno auge de la Revolución hacia fines de la década de 1960.

En tiempos cuando filmar en color estaba en boga y era la muestra del avance tecnológico de una productora de cine, el ICAIC decidió rodar en blanco y negro los filmes que se consideraban sus obras maestras y Memorias del subdesarrollo fue tomada como tal desde su concepción, con un guion escrito por un solo autor pero revisado y corregido a doce manos, y elaborado durante tres años en mesas de discusión.

Por lo tanto, el blanco y negro —que además tiene el brillo, la profundidad y la belleza del formato de 35 milímetros— es parte del lenguaje de la película cuando las grandes productoras y la televisión ocupaban la mayor atención del espectador promedio con sus brillantes colores technicolor y eastamancolor, y el blanco y negro era considerado un cine pobre. Sin embargo, en este filme se puede ver que parte de la riqueza del lenguaje y de la belleza fotográfica es el telón de sombras y fondos que se aprecia, rodea y acompaña al protagonista en sus experiencias. Y como expresó una vez el director de cine y del ICAIC en ese tiempo, Santiago Álvarez, en un número de la revista Cine Cubano de 1978 «el subdesarrollo en el cine era filmar en blanco y negro y se le mostró al mundo que desde el cine pobre se puede hacer un cine rico, aunque nunca hemos querido ser ricos».

Memorias del subdesarrollo es la historia de la novela homónima de Edmundo Desnoes y en la trama se trazan tres historias: la de Sergio —el protagonista —, escritor burgués que recibe su sustento dando apartamentos en alquiler por lo que no necesita trabajar de forma ordinaria y se dedica a escribir todo el tiempo, abandonado por su mujer y sus padres que se han ido a Estados Unidos porque estaban en contra del pensamiento de la Revolución.

La segunda intención es la muestra de la historia de Cuba con su contemporaneidad respecto al filme con la situación política y económica de la isla, las expropiaciones y confiscaciones de inmuebles, la distancia marcada entre los pobres y ricos, el racismo, la clasificación de ciudadanos por ignorantes y estudiados y otros aspectos que una sociedad nunca desea mostrar al mundo, hechos y acontecimientos cotidianos que no aparecen en los grandes informes de cifras mundiales recopiladas por organismos como la ONU y otros. Y la tercera historia es la del texto que Sergio se encuentra escribiendo en su máquina, que inicia con la frase «Todos los que me querían se fueron», como una confesión de desolación que luego intenta llenar reflexionando sobre por qué ha decidido quedarse a vivir en un país de subdesarrollo cuando tuvo la oportunidad de emigrar al entonces llamado imperio del mundo, él, a quien le gustaba «vivir como un europeo».

Y así se va Sergio involucrando en una serie de episodios cuando decide levantarse de su escritorio y salir a la calle para recoger información que luego plasmará en el papel. Un día conoce a una persona y por varias razones queda involucrado en problemas legales y debe enfrentar un juicio. Las peripecias legales lo empujan a desentrañar el subdesarrollo en el que vivía Cuba, que a la vez lo llevan a amar el país y encontrar razones para quedarse pese a encontrar a toda la nación cubana semejante a una escenografía de cartón al estilo del gran cine, maquillada.

Memorias del subdesarrollo permaneció en archivos por muchos años y en 2016 las cintas originales fueron sometidas a un proceso de restauración. En marzo de 2017 fue presentada la película restaurada en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, México, con una delegación diplomática cubana que hizo su presencia oficial. Los días 12 y 18 de enero de 2018 se inauguró en Nueva York una serie de reestrenos del filme para conmemorar durante todo 2018 su primer medio siglo de gloria.

[Foto de portada: Fotograma de Memorias del subdesarrollo, 1968]

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