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Alejandro García_ Perfil Casi literalEn la llamada «era de la información» nos podemos dar el lujo de vender cascarones informativos sin ningún contenido. En 2018, al igual que la última década, la masificación de información parece haber dejado de lado ―aún más―  la responsabilidad de generar contenidos que no sean parte de esa dieta de lectura rápida y amarillista que se empeña en llegar primero sin importar los titulares que desarrolla; y en caso de que construya un argumento, este contribuye a alimentar el morbo que los humanos llevamos dentro sin pensar ―paradójicamente― en el lector, quien, al igual que un niño, absorbe lo leído y cambia su percepción de mundo, su vocabulario y las ideas que comparte con otras personas.

Indudablemente, resulta muy seductor aprovecharse del descontento que reina en las sociedades y a partir de ahí reproducir cantos de sirena hacia una audiencia que escucha y lee únicamente lo que su instinto desea. Un contenido crítico y de lenguaje accesible ayuda a fomentar espacios de discusión sanos, y lo más importante, contrarresta las percepciones oscurantistas de nuestras sociedades que se empeñan en hacernos ver únicamente lo negativo sin ninguna propuesta sobre cómo podríamos mejorar. La puntualización de los problemas sociales que tenemos que resolver es una responsabilidad y es necesario aprovechar las plataformas sociales para llevarlas al conocimiento de las personas, sin embargo, resulta igual de vital echar una luz sobre las acciones positivas que se realizan, ya que, de no hacerlo, estamos invisibilizando el cambio por el que se lucha y que es necesario.

Menospreciar el alcance de los contenidos ―y las audiencias que poseen― es un grave error dado que estaríamos haciendo caso omiso a los criaderos de fake news que proliferan hoy en día, los cuales crean caos y envenenan las mentes de los receptores con sus tendencias maliciosas. La apatía que no combatimos hoy se convierte en la ausencia de respuestas ante los problemas del mañana.

Al final, nuestras mentes son espacios de cultivo de ideas y es nuestra responsabilidad asumir cuáles queremos propagar y preguntarnos si estamos dispuestos a aceptar las consecuencias que devengan de ello.

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