La farsa de «pensar positivo»


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literal«Sonríe, sonríe y sonríe». Básicamente en esto se resumen los tiempos modernos. El «positivismo» ―y no me refiero a la rama filosófica sino a lo que el marketing inspiracional nos vive metiendo en los ojos―, en vez mejorar nuestra vida nos ha jodido enormemente porque prácticamente nos obliga a ahogar cualquier sentimiento diferente.

Si no dices «estoy bien» es como si tuvieras peste, no vaya a ser que pegues mala vibra y no irradies esa «buena actitud obligatoria» que ahora te exige cualquier contexto. Eso de andar «siempre positivo» nos ha restado la capacidad de análisis respecto a la realidad y nos ha impedido enfrentar todo lo que en verdad nos hace sentir tan miserables como especie.

No basta una actitud positiva para solucionarlo todo. Creer ―subjetivamente y sin ninguna base científica― que la vida es una ley de atracción automática es un acto de egoísmo e irresponsabilidad total cuando hay problemas más complejos que decidir despertarse de buen humor. Mientras que la sociedad nos diga que siempre debemos estar bien, en realidad estaremos mal.

Pensar en positivo no te da apoyo, sino consuelos momentáneos. Decir que todo se resuelve con «buenas ganas» es una de las mayores farsas de ese siglo, e incluso, una de las más perversas por crear falsas ilusiones y por hacerle creer a las personas que sus problemas corresponden a casos aislados. ¿Quién puede ser lo suficientemente estúpido o cruel como para decirle a las millones de personas que viven con menos de un dólar al día que son pobres porque no tienen iniciativa suficiente? Según la gente positiva todo se resume en que «al mal tiempo, buena cara», pero esta mentalidad solo nos mantiene doblegados y ejerce un control social sobre la gente para que sus quejas y preocupaciones nunca sean válidas.

Tenemos la obligación de quitarnos los lentes de color de rosa, y como en su momento lo dijo Diana Morán: «tenemos que ser tercos:/ tercos de dulzura/ tercos en la cárcel/ en la muerte tercos/ tercos y más tercos…», porque solo la terquedad nos salvará de la muerte.

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1 Respuesta a "La farsa de «pensar positivo»"

  1. ¡Bravo, Corina! Y no sólo porque estoy enojada y no puedo «poner buena cara», sino porque siento que no está permitido sufrir, rebelarse ante la injusticia o contrariar la opinión generalizada acerca de cualquier cosa. Lo que abunda es la intolerancia: se aborrece la diferencia en el pensar, hacer y sentir, a tal punto que todos terminamos siendo «extranjeros» y la comprensión y aceptación son reliquias que nos ganamos luego de largas y amargas batallas.

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