La generación espectadora


Alejandro García_ Perfil Casi literalPertenezco a la generación que más viaja alrededor del mundo, aquella que se jacta de conocer más allá de su propio patio mientras adquiriere una visión cosmopolita que la hace sentirse más próxima a todos los habitantes de este planeta. Una generación que utiliza la tecnología como apéndice de su propio cuerpo y le saca provecho desde que se levanta hasta que duerme en la noche.

Mi generación —y la que le sigue— pretende ser disruptiva, elabora argumentos en redes sociales relacionados a los problemas que achacan a la sociedad y busca soluciones para sociedades que cada vez se sienten menos lejanas gracias a la conexión tecnológica que las rodea; asimismo, se separa cada vez más de las doctrinas religiosas y trata de evidenciar la inadmisibilidad de los costumbrismos patriarcales que nos han regido.

Sin embargo, la apatía hacia la política y su poca participación en ella parecen dejar en evidencia a una generación soñadora que se queja pero no hace nada para cambiar. La elección de representantes parece ser algo ajeno, aburrido y que no empata con ese activismo en redes. La poca o casi nula consciencia de cómo funciona el mundo deja mucho que desear. La formulación de políticas como instrumentos de cambio en nuestras sociedades continúa estando en manos de generaciones que sobrepasan los 50 años, basta ver la edad de los representantes políticos que llenan los senados, ministerios y presidencias.

Resulta incongruente entender los problemas que nos aquejan —llámese cambio climático, retorno de visiones fascistas, etcétera— y hacer muy poco para propiciar los cambios que necesitamos. Después de todo, seguimos siendo parte de un ciclo humano que heredó todo de sus predecesores y no se ha preocupado por involucrarse activamente en las estructuras de poder que, ni más ni menos, son las herramientas que facilitan los cambios sociales con los que estamos disconformes.

Cuando nos ufanamos de entender a la humanidad a través de los viajes que hacemos, muchas veces disfrazamos el egoísmo que llevamos dentro, ese al que no le importa la dirección que toma un país porque preferimos vivir ilusionados mientras que son otros los que participan en la política activa. Si esta tendencia continúa no seremos más que la generación con mejores asientos para ver el colapso de nuestras sociedades, pues, al fin y al cabo, solo somos una generación espectadora.

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